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miércoles, 26 de noviembre de 2014

Esperando que no llega nunca

No espera, pero te está esperando
Tres días, no tan seguidos. El documento no está redactado. Entonces, uno empieza a pensar que es posible que dicho documento no se redacte nunca. Están ocupados. Pero, al parecer, los trabajos de palacio van despacio. Y, poco después, la sensación, la extraña sensación de esperar a Godot, o tratando de buscar la condena, que no llega nunca, y le acontece a uno lo que a Josef K, cuando llega, porque acaba condenado siendo no culpable de nada.
La espera es una condena, y si ya la espera deja de proceder, con excusas, con constantes excusas, entonces, esa espera es mejor no desesperarla. ¿Tanto trabajo para un sencillo documento? Ni que lo fueran a imprimir en papel de seda, para la posteridad, amarilleado por el tiempo, o se trate de un documento artesanal para la imprenta, para hacer bonito, y claro, la espera, la espera, no acaba nunca, no llega nunca.
En ocasiones, uno se siente estafado. ¿Acaso ese documento ha dejado de ser, para dejar de ser, y no ser nada, sólo el documento que decide que se ha asistido? ¡Es más fácil preparar los papeles del coche! Menos preocupación, pero se acaba uno cansando de la lentitud de la burrocracia.

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