¿Defecando en paz? |
Este mes, quizás más que otros, pero siempre es la misma historia, me ha llamado la atención la persecución y el asesinato de cristianos por parte de extremistas musulmanes, es decir, de yihadistas descerebrados, y de una continua persecución y aniquilación, ya no en los países de ese credo que, por una parte, interpretan uno de los Libros Sagrados a su manera. También la destrucción inconsciente, de antigüedades del milenario Imperio Asirio, en el Museo Arqueológico y de Historia Antigua de Mosul. La barbarie nos vuelve a poner en un retroceso que nos llevará al caos, y arrastrará nuestra cultura. Tanto destruir cristianos, sólo porque se trata de otra religión (¡pero el Dios es el mismo!) me parece una completa deshonra porque se trata de seres humanos. Quemar los templos no es una solución inteligente, y atacar a sus fieles, menos, porque no hay nadie infiel. De hecho, si empezamos con diferencias, la situación es aún más terrible. Destruir al otro por se diferente no es una decisión inteligente, y destruir y torturar son palabras que deberían desaparecer del diccionario. Está claro que sirven tragedias, pero el plato es siempre indigesto.