Hacia tiempo que el flexo se calentaba demasiado en la base. Si ni fuera porque es un objeto básico en el escritorio, o en la mesilla, incluso es posible otorgarle sentimientos humano o antropofísicos (bueno, sí, me he inventado la palabra), pero sería un humano incompleto: cabeza y tronco. Pero ayer, falló. Irremediablemente, falló. Adiós a mis excursiones de la tarde, cuando el sol se pone, y luego que mis inspiraciones quedaron limitadas; pero ya está resuelto. Un viejo flexo continúa vivo y en forma, algo escacharrado en la base de plástico, mas es un veterano tranquilo e indolente. Es la luz casera del atardecer. Pero, bueno, fue sólo un día, y, ahora, vuelvo a escribir por la mañana y por la tarde. La luz que se presenta para ver el teclado, que es negro. Ahora, a flexo muerto, flexo puesto. Por suerte, fue sólo un día. Por cierto que la oscuridad no es muy agradable. Se pierde visión y, sobre todo, capacidad para vislumbrar las letras del teclado, porque es un sobreesfuerzo poco saludable. Por cierto, este apunte no es importante. Es un apunte deslavazado, y una noticia sin importancia; pero que uno se lleve la sorpresa de que no funciona, después de varios años, es una sorpresa muy desagradable. Al principio, pulsas para cerciorarte, luego te das cuenta de que el paciente es irrecuperable, como todo material perecedero.
Eight days a week... I love you
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He perdido a algunas personas muy queridas para mí. John es uno. Se fue
hace muchos años un día como hoy. Le quería y todavía le quiero. Es algo
inevitable...
Hace 12 años