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miércoles, 15 de octubre de 2014

Cuando la persona deja de serlo

Otra forma de ejercer el poder
¿En qué mundo vivimos? En uno que nos lo han construido a nuestra medida, pero por los codiciosos deseos de otras esferas, que se hallan alejadas de nuestra realidad, y que no somos otra cosa que productos y números. En cierta manera, es una forma de subestimarnos, pero también, es la forma de dejar de ser personas. Y eso cabrea mucho.
Por otra parte, las celebridades que todos conocemos, tampoco se salvan. En primer lugar, porque, desde crías (o críos) han entrado en un mundo oscuro del cual ya no pueden salir, y es que el infierno se llena de almas que se venden por la fama, cuando en realidad, el control se debe a un acérrimo manejo de las masas, con una anestesia de olvido muy potente, y con demasiada información, la mayoría, falsa, hasta tal punto, que es imposible discernir qué información es patente, pero siempre, la verdad sale a la luz, y eso, al parecer, debilita el control de un mundo creado por la codicia y ambición de unos pocos, que ya están empezando a destruirse entre ellos. Ya lo dijo un economista: El poder corrompe, pero el poder absoluto corrompe absolutamente. Y en eso está su error, porque el temor no somos las personas íntegras (tengan los problemas de todos los días) sino que temen a lo más básico, temen a su degradada conciencia, porque, vacíos por dentro, no hay nada que los llene, sólo los incontrolados excesos de poder, que ya no sirve para nada. De hecho, han dejado de ser personas. Y no les compadezco.

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