En cierta manera es como si lo hubieras conseguido. Pero la prueba, o el esfuerzo no acaba ahí. Aún tienes que repasarlo y corregirlo, hasta el punto de que no queda del todo bien. Lo hayas escrito a mano, o en procesador de texto, siempre se te escapa algo. ¿Qué es? Alguna frase, o algún pensamiento o idea que se te ha pasado por alto, y te das cuenta de un nuevo comienzo. Repasar lo escrito, y notar o sentir tus fallos. Es como un balde de agua fría. Y tienes que empezar de nuevo. No importa. También puedes dejar descansar el texto, y retomarlo (depende de la persona) tres días después, o una semana, un mes, o un año. Claro que, lo he comprobado, al pasar un año, te das cuenta de lo escrito. No es trascendental, ni importante, y decides, con sensatez (yo tengo bastante poca), que lo mejor es utilizar el material existente para crear otro, es decir, que lo puedes incorporar, integrar lo escrito, en un nuevo material. Y no es mala idea. Hay autores, como Paul Auster que llevan a cabo esta tarea. Si el primer borrador no lo convence, decide aprovecharlo en el segundo, y así, hasta el último. Auster ha llegado a escribir hasta siete borradores, enriquecidos hacia más, sumando, o restando, y ha logrado escribir La Trilogía de Nueva York con este pesado sistema. Yo lo hago en mis relatos, tras pasarlos de mano a procesador; pero, cuando se trata de una novela, me está llevando más tiempo, y prefiero escribir del tirón en manuscrito, y luego, si es en procesador, describir lo que me voy a encontrar en el capítulo, con unas notas a mano, y trabajar desde allí. No soy muy amigo de los borradores, desde luego, pero cada uno de nosotros, sepa escribir literariamente o no, tiene su propio sistema, con estilo o con procesador de texto, o teclado. Otro día, más.
Eight days a week... I love you
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He perdido a algunas personas muy queridas para mí. John es uno. Se fue
hace muchos años un día como hoy. Le quería y todavía le quiero. Es algo
inevitable...
Hace 12 años
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