En cada ocasión que expongo algunas situaciones de mi vida, es posible que no las muestre en su conjunto. Como el protagonista de una película de los Hermanos Farrelly, nuestra vida está compuesta de unidades. Pero este dato o teoría, es errónea. Dividimos nuestras vidas en unidades, por la misma razón de que no podemos atraparla en su conjunto. La memoria es tramposa. Indudablemente tramposa. Los recuerdos son proteicos, e interpretaciones con versiones mejoradas. Pero la memoria no es mentirosa. Somos nosotros que, al interpretarla, le damos esa pátina de verdad del hecho acontecido. Por eso creo que la memoria es como un palimpsesto que no se borra del todo. Hay capas que llegan hasta el subconsciente (y no me voy a poner freudiano, porque no) que se integran en capas posteriores, las más recientes. Pero el recuerdo, bueno o malo, está ahí, y de quedar sumergido, surge a flote. Por eso creo que, tras escribir, es hora de reflexionar, si la claridad, la exposición de ese mismo recuerdo elimina el dolor, o resucita la alegría. Pues hasta nuestras células recuerdan. Y lo peor de todo, es que mi cadera me sigue doliendo, sobre todo, este otoño, en que el frío está despertando un dolor que, durante algunas partes del verano, me atenazaba. Pero ya, el mero hecho de escribir es un punto positivo, pero no creo que la vida se componga de unidades. Los humanos (y hablo por mí) somos demasiado complejos para que nuestra existencia de puzzle desordenado, se ajuste a un modelo común. Lo cierto, aventuro, es que, si no lo fueramos, no seríamos humanos. He aquí nuestra grandeza.
Eight days a week... I love you
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He perdido a algunas personas muy queridas para mí. John es uno. Se fue
hace muchos años un día como hoy. Le quería y todavía le quiero. Es algo
inevitable...
Hace 12 años
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