Te pones al ordenador, como siempre ocurre, y recibes la llamada por el móvil. El amigo que se encuentra de viaje, en el extranjero, que acaba de llegar a su casa, y te pregunta qué tal estás, y salen los temas a relucir, sobre el país que ha visitado y sus costumbres, sobre las mujeres de allí, que resultan ser más vulgares que las de las noticias del tiempo, y los programas fabricatontos de entretenimiento, que no son del todo bellas, sino muy comunes, y que los hoteles son para gnomos o hobbits, pero no para humanos, porque la altura tiende a la baja, o le das la última noticia de tu distrito, de lo que se habla de una mujer que puede haberse quedado preñada para su edad, unos cuarenta y pocos años, que siempre ha sido suelta, y que no escuchaba a nadie, y que le gusta el riesgo, y es infiel por venganza y naturaleza, pero buena chica, eso sí, poco inteligente, muy lista, pero de cascos ligeros, por no decir que trotan más que un caballo, y sospechas de algún amigo de otro distrito de Madrid, con nombre de santo, que lo hizo sin preservativo con ella, que pudo arriesgarse la salud, y que se pasea como un pavo orgulloso, mostrando su pechuga, y diciendo por ahí que no la ama, pero que, como ya se la han beneficiado otros, que no es posible que, a esa edad (recordemos, cuarenta y pocos) es posible que no se quede en estado, cuando sabes que es muy posible. Y coincides con ella en el autobús, y te mira, tratando de reconocerte, pero tú no dices nada, porque hace tiempo que no la ves, que no recuerdas su cara, que ha engordado de manera bestial, que está perdiendo la figura por el vicio y la mala alimentación, que en su momento, no te escuchó, que te hizo daño, y que jamás escuchará, porque su ligereza estriba en tomar la vida por los genitales masculinos, extraer la fuente, y darte cuenta de que, sea como sea, esa mujer está perdida desde el principio, y que su venganza, la deja vacía por dentro, porque no ha nada peor que una mujer que no escucha, que prefiere ignorar, y que es posible que busque a cualquier otro, para endiñarle el crío, si no es fértil, o por accidente, a cualquier pringado que pase por ahí, pero que, por suerte, no eres tú, pero está buscando candidatos, y te alegras de que no te haya reconocido, porque nada tienes que compartir con ella, que siempre ha sido una extraña, o un wrath , como dicen los ingleses.