Creo que fue a finales del siglo pasado, cuando unos amigos nos reunimos una tarde para ver la trilogía de Alien; desde la primera hasta la última película, incluyendo la que dirigió Luc Besson: Alien: Resurrección, por cierto, interesante, pero bastante floja, con un alien semihumano, que al final es sacrificado por el clon de Sigourney Weaver. La primera fue emocionante, mientras la comentábamos, en los momentos álgidos, permanecíamos en silencio, y nos asombrábamos, de nuevo, como de los escasos recursos de los FX, se podía crear una obra maestra. En la segunda parte, Alien: el Regreso, nuestra atención empezó a decaer, porque el transcurso de la cinta era tedioso, y el ambiente se había enrarecido por el humo de unos porros (no probé ninguno, pero humo había); y en la tercera, ya casi a las 2.00 de la mañana, nos olvidamos de las dos últimas películas porque comentamos que la primera, y la segunda estaban bien; pero en la tercera, y la cuarta, que la vimos por separado, y en cine, el aura de las cintas se perdía, y con ellas, la leyenda. Hasta que, por lo menos, al apagar la tele, y el DVD, pudimos platicar sobre la calidad de cada una. Poco después, uno de los amigos vomitaría, porque mezcló productos alimenticios, y estaba cocido. Pero eso fue un accidente sin importancia. Uno se puede accidentar por casi cualquier cosa. Y esa tarde había sido muy intensa.
Eight days a week... I love you
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He perdido a algunas personas muy queridas para mí. John es uno. Se fue
hace muchos años un día como hoy. Le quería y todavía le quiero. Es algo
inevitable...
Hace 12 años
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