Elevando pensamientos muy positivos |
Los pensamientos positivos están bien para media hora. Además, si la felicidad consistiera en, por ejemplo, en cierta tranquilidad, y no la emoción en sí, todo el mundo sería optimista, pero autoengañado. Es más, los políticos se aprovecharían de la situación. Ciertos cataclismos no hay manera de arreglarlos, porque los cataclismos, son eso, cataclismos. Hasta tal punto que, esos cataclismos no siempre los provocan las personas.
En cierta ocasión, cuando estuve en Mantequerías Leonesas, llegaba a casa deprimido. Ya no era por la situación, sino por el constante maltrato de los encargados. Por una parte, no comprendían que yo hacía mi trabajo, y por otra, que los gritos constantes, las desproporcionadas decepciones e injusticias, oyéndolas, aguantándolas, me arrebataban las ganas de seguir en los días siguientes. Por lo visto, uno de ellos, el sr. Martínez, se desgañitaba, y me pareció algo evidente que, cuando me trataba bien, o me llamaba "majete" (con la clara intención de aprovecharse, y tratarme como una mula de carga, que ya lo era, pero, en esa ocasión, no pensaba), y que, después del escozor, llegaba la inoportuna reprimenda. Si las cosas hubieran transcurrido de otra manera, quizás, algunos errores de mi pasado, que no revelaré, no hubieran tenido lugar. Pero las cosas se torcieron, y eso, desde luego, a la larga, se paga un precio.
Ignoro que habrá sucedido con el sr. Martínez, pero nunca he olvidado su figura. Y creo que no llegó a jubilarse, y si lo hizo, creo que no le pagaron lo suficiente; pero creo que, desde hace un tiempo que las Mantequerías quedaron fuera del mercado, se vio que no se había comportado lo suficiente. De hecho, si cada semana que iba a trabajar, recibía yo golpes por todas partes, lo cierto es que llegaba, al terminar la jornada, preguntándome qué había hecho mal. Y la respuesta era que nada. O eso creía yo. Pero llegar a casa con cierta tensión, no era agradable. Desde luego que no. Pero por suerte, el pasado queda en el pasado, y ahí ha de quedarse...
En cierta ocasión, cuando estuve en Mantequerías Leonesas, llegaba a casa deprimido. Ya no era por la situación, sino por el constante maltrato de los encargados. Por una parte, no comprendían que yo hacía mi trabajo, y por otra, que los gritos constantes, las desproporcionadas decepciones e injusticias, oyéndolas, aguantándolas, me arrebataban las ganas de seguir en los días siguientes. Por lo visto, uno de ellos, el sr. Martínez, se desgañitaba, y me pareció algo evidente que, cuando me trataba bien, o me llamaba "majete" (con la clara intención de aprovecharse, y tratarme como una mula de carga, que ya lo era, pero, en esa ocasión, no pensaba), y que, después del escozor, llegaba la inoportuna reprimenda. Si las cosas hubieran transcurrido de otra manera, quizás, algunos errores de mi pasado, que no revelaré, no hubieran tenido lugar. Pero las cosas se torcieron, y eso, desde luego, a la larga, se paga un precio.
Ignoro que habrá sucedido con el sr. Martínez, pero nunca he olvidado su figura. Y creo que no llegó a jubilarse, y si lo hizo, creo que no le pagaron lo suficiente; pero creo que, desde hace un tiempo que las Mantequerías quedaron fuera del mercado, se vio que no se había comportado lo suficiente. De hecho, si cada semana que iba a trabajar, recibía yo golpes por todas partes, lo cierto es que llegaba, al terminar la jornada, preguntándome qué había hecho mal. Y la respuesta era que nada. O eso creía yo. Pero llegar a casa con cierta tensión, no era agradable. Desde luego que no. Pero por suerte, el pasado queda en el pasado, y ahí ha de quedarse...
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