Entradas Universales

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Cibermemoria


Nunca me lo he preguntado. Lo cierto es que no le di la importancia que refería, como si el hecho de tener importancia, fuera un problema o algo peor. Sólo soy un mensajero. Un chip, introducido con un gel especial en el interior de mi cráneo, unido a una sonda de litio y coltán, además de algunas variaciones quirúrgicas en mis brazos (uno de ellos los perdí en un enfrentamiento entre corporaciones (sólo soy el mensajero), me llevó a repararme. Si no fuera por el gel de células madre, mi brazo cibernético se vería poco natural, con cables, émbolos y tubos de presión, así como propulsores y con el diseño, para poder doblarlo, semejante a la tensión para las ruedas del vehículo, y amortiguadores y, como no, con varias memorias incorporadas a mis nervios y costillas para el intercambio de órdenes, puedo pasar como un ser humano. Un humano que, en principio, ha dejado de serlo.

Mi empleo consiste en transmitir archivos y, con un poco de suerte, sacarme una comisión. Eso sí, con riesgo de muerte. A las corporaciones no les gustan los mensajeros, porque estos trabajan para empresarios menores. Teniendo en cuenta que, para el tipo que trabajo, sólo soy un producto. Y, sí, me alimento como todo el mundo, y necesito mi ración de energía y calorías. La comisión me la llevo, pero la CorpCop siempre está ojo avizor, para ver si me pillan. Siempre fracasan.

Además, he de entregarlo en tiempo récord. Lo que significa que tengo que ser muy rápido. Y, como mensajero, no porto armas. Soy un mensajero. Estoy cerca de la casa. No es un desastre. Me basta con conectarme al servidor, y salir pitando. Digo que no es un desastre porque es bastante limpia y elegante para estar edificada en un suburbio ghetto del tipo Z. Así que mi jefe debe de dar su confianza con sabiduría. Me basta con extraer un puerto usb, y conectarlo a mi brazo meca. ¡Qué alivio! Siento un ligero cosquilleo y como mi cibermemoria descarga los datos jpg, txt, doc, etc... Pero la CorpCop se acerca. No pienso perder todo el cuerpo. Lo siguiente sugnificaría la eternidad y la esclavitud.

Desconecto. Me cubro la cabeza con una visera. Ha empezado a llover. Cuando me largo, dejo una pista falsa de mi rastro. La CorpCop estará ocupada generando un perfil virtual de mi persona. Pero siempre ignorarán un dato: en cada ocasión que descargo la información, me siento más humano, y menos ciber. Recibo el mensaje de mi comisión. No está mal, una cifra de siete ceros. Mi jefe se habrá llevado más. Yo sólo recibo la décima parte.

Sólo soy el mensajero.

Encuentro una Biblioteca clandestina. Es el único sitio al que la CorpCop no mete las narices. Ahora estoy pensando que hacer con mi dinero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario