Desde que el mundo es mundo y la civilización humana ha asumido logros para su bienestar, siempre le ha atemorizado la tecnología. Al carecer de equipo para defenderse, sólo le quedaba un arma o dos: el cerebro y sus manos. Salió del Paleolítico, y antes de su primitiva forma animal (aunque está por demostrar, en el sentido que, el Antropología y Paleoantropología, abandonamos, merced a varios factores de la genética, nuestro casacrón simiesco); con ello, perdimos los colmillos, y nos volvimos más racionales. Logramos adueñarnos de los sonidos y creamos el lenguaje (por cierto, que un psicólogo, Gary Marcus, expone que al crear el lenguaje, no nos comunicamos, sino que nuestros mensajes, en ocasiones, son confusos), y al comunicarnos, nos dimos a crear otras especialidades y artes; es decir, que el lenguaje fue, en parte, lo que nos ayudó a expresarnos. Nos volvimos más especializados; mas nada que ver con los logros de la Naturaleza. Las Máquinas, y todo tipo de utensilios y armamentos, nos deparó miles de sorpresas gratas, y no tanto. De ahí que el progreso dio lugar al temor. Con los primeros ordenadores, que equivalían a un edificio de cincuenta plantas, la expresión del ser humano avanzó. Luego, nos tocó pagar el precio con la automatización del entorno. Y los ordenadores dieron un gran salto, pero, no tanto como la Humanidad.
Hasta que el sueño de la Humanidad consistía (y esto se ve desde hace años) en fundirse con la máquina. La Robótica casi aspira a esto. Casi, porque un ser humano biónico es posible que sea una aberración y esto no nos exime de aspirar al poder y la gloria y a la guerra. Y la justicia...
Hasta que el sueño de la Humanidad consistía (y esto se ve desde hace años) en fundirse con la máquina. La Robótica casi aspira a esto. Casi, porque un ser humano biónico es posible que sea una aberración y esto no nos exime de aspirar al poder y la gloria y a la guerra. Y la justicia...
Y aquí entra RoboCop. Mitad Humano, Mitad Máquina. Todo un Policía. Así rezaba el eslogan hacia los años 80, de la película dirigida por el holandés Paul Verhoeven; que, por cierto, no sé porque Hollywood decidió llamarlo, pues su primer largometraje en su país natal, un híbrido entre La amenaza de Andrómeda y 2001, Odisea Espacial, fue un truño de cuidado. Recuerdo que lo vi en el programa de José Luis Garcí, y este la alababa, pero a mí, mis ojos se cerraron del tedio y lentitud del planteamiento. Pero, bueno, al parecer, con RoboCop espabiló, y creo que escribió el guión a cuatro manos.
Pues bien, RoboCop es un policía muerto que lo reviven (sólo sobrevive la cabeza) y lo entremezclan con una máquina o un cuerpo robotizado. Incluso le programan, hasta que recupera su identidad, como Murphy, el dueño de su mente y cabeza (el cuerpo desaparece, no la identidad), lo que me hace sospechar que, como es posible que Murphy, redivivo, tenga constancia de su alma... Porque RoboCop es una película sobre los intereses creados y la propiedad y la identidad. Lo descubre al final de la película. Y lo dice claramente: Me llamo Murphy.
En la tercera parte es más interesante: mis amigos me llaman Murphy; usted llámeme Robocop. Magistral, porque Murphy perdió la identidad hasta una vez en cada secuela. ¡Maldita OCP! De todas maneras, el policía plateado, siempre, con un buen guión, podrá hacernos pasar buenos ratos.
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