La letra, según como se escriba, de mano, poco importa. Lo que cuenta es el valor del documento; porque, el lector, es como un detective: ha de tener curiosidad. En la foto, hay un cuaderno abierto, que es el resumen de una obra más grande, que puede ser un ensayo, un diario, o una futura novela. O, también, una suerte de apuntes de clase.
El valor se impone, en este caso, en la letra, que se comprende, y es un documento valioso, porque está “garabateado” en un cuaderno, en papel. No resta que haya documentos digitales: son igual de valiosos, pero lo digital se desintegra, mientras el papel permanece, si se sabe conservar, con cuidado, con secreto y con cariño, o con despiste. Más de un escritor deja un original que piensa no es bueno, y resulta que cuando lo busca, no estaba en el cajón de la mesa de su despacho, si no entre las carpetas de otros documentos, y ha hallado el manuscrito. En otras, se pierde.
El valor se impone, en este caso, en la letra, que se comprende, y es un documento valioso, porque está “garabateado” en un cuaderno, en papel. No resta que haya documentos digitales: son igual de valiosos, pero lo digital se desintegra, mientras el papel permanece, si se sabe conservar, con cuidado, con secreto y con cariño, o con despiste. Más de un escritor deja un original que piensa no es bueno, y resulta que cuando lo busca, no estaba en el cajón de la mesa de su despacho, si no entre las carpetas de otros documentos, y ha hallado el manuscrito. En otras, se pierde.
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