
Al continente norteamericano le interesa que África sufra, porque, de lo contrario, las pérdidas dejarían de convertirse en beneficios, y no tiene nada que ver con el efecto mariposa. El signo es claro: la crisis es una excusa ideada para que nos olvidemos de otros mundos que sobreviven como homeless o vagabundos; pero en Somalia, y en los países aledaños, castigados por las guerras y el hambre, apenas tienen tiempo de que sean la prioridad absoluta.
La ayuda es flaca; pero es ayuda. Incluso las ONGs están controladas por corporaciones más grandes, para mantener las apariencias. Nada tiene que ver la crisis con Somalia, pero los telediarios nos lo recuerdan siempre en verano. ¿Por qué? Está pensado para controlar al espectador, para que suelte una lágrima, que luego, olvidará. No, no se están haciendo las cosas bien, porque se trata de la apariencia de las cosas. Cada noticia está sacada fuera de contexto. Muchos no podemos hacer nada, porque nuestros medios están limitados, y otros pocos, porque están mejor en donde están, y seguros. Somalia es, pues, un accidente provocado por el pasado, y porque a nadie, hipócritamente, da la sensación de que le importe.
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