Entradas Universales

viernes, 12 de noviembre de 2010

Quejido universal de una limpiadora profesional

Nunca la había oído quejarse; pero esta tarde, en el hall del Centro Cultural, una oronda y fuerte dama nórdica, se quejaba, sobre todo, del agotamiento y desgaste del papel manual, que lo utilizan los usuarios de la Biblioteca, por norma y por civismo. Añadía, además, que la obligaban a trabajar el doble, porque su turno seguramente, sólo duraba unas dos horas. La limpiadora nórdica, con el cabello rubio recogido en su redondo y bien alimentado rostro de pomo marmóreo, se dedicó a lanzar quejas, incluso insinuando que, si lo volvían a hacer (es decir, a agotar, gastar el papel-del higiénico nada dijo-, utilizarlo sin responsabilidad, arruinarlo, y es más, que no quedaría papel, dijo: van a tener que limpiarse con los dedos. Y transmitió sus quejas a uno de los bedeles ponipayos, que, sin duda la apoyaban. A mi manera de ver, fue lo más injusto que he escuchado en mi vida. Tengo averiguado, que el papel manual, tipo toalla, pues la oronda nórdica añadió gratuitamente que pesaba (estaba en lo cierto, pero a ella yo la veía fuerte, con unos antebrazos que superaban los míos, como jamones, vamos, orondez latina o castellana, o de más lejos, en la Península), cosa que no me pareció desproporcionada con el quejido de la gruesa valquiria. Y desde estas líneas de este Códice, que es Universal, dispongo que, puesto que estos servicios los paga el Ayuntamiento, que forma el peculio parte de nuestros bolsillos, todo, todo el dinero, ¿porqué no se dejan de decir que no hay presupuesto para esto o para lo otro, cuando, en todo momento, no deja de ser una milonga, y obtengan los fondos que se llevan de las arcas municipales, en conseguir más papel de mano, para esta mujer, que, a lo mejor, con un poco de comprensión, es posible que sus quejas disminuyan? Por cierto, que me miró cuando se había caído algo de agua, unas gotas miserables, pero necesarias, en el suelo. Y quejido continuado, las limpió malamente. En mi defensa diré que me pasé unas dos horas leyendo, y qué, nada hice. Su mirada cambió; pero noté una ligera mala leche. Seguro que a ella se le había cortado.

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