Hay personas que creen saberlo todo sobre el dolor. Y no me refiero al dolor físico, sino a ese dolor que se queda atrapado, y dañándote en el interior, y no es precisamente una espina clavada, porque se trata de una herida profunda que sangra. Este dolor hemoglobínico, en ocasiones, no es fácil de cerrar. Y eso es, sobre todo, cuando la persona que te lo produjo, al ver tú caída, se alegró. Años después, cuando a esa persona le fue mal, no dudo en llamarte, ignorando el daño que te había provocado. Entonces, es mejor hacer oídos sordos, porque, en su momento, ni te perdonó, ni recordó nada del dolor que te hizo daño. Son escozores.
Entonces, cuando niegas regresar, porque te lo exigen: ven a vernos. ¿Y cuándo saliste del hospital, acaso se molestaron? Y los años de agorafobia, de temor a salir a la calle, porque la mitad del año, lo pasaste de pesadilla en la Planta 8ª del mismo, sufriendo lo insufrible, y pesadillas diarias, a pesar de la medicación que, en algunas ocasiones, hasta gritabas en plena noche, y luego, el hundimiento. No se preocuparon, ni te visitaron, y se abstuvieron de verte. Ni una visita. Y te vienen con esas.
Los años han pasado, pero un poco de la agorafobia, y en cada ocasión que pasabas por la urbanización (se ha repetido el último acento), los días en que recuerdas la intoxicación de tu organismo, el dolor del hígado, intestinal, ardor de estómago y los desmayos y vahídos, y la alarmante pérdida de peso, y que te llamara, esa misma persona "loco", sin comprender qué le pasaba a tu organismo, y la razón de su funcionamiento o malfuncionamiento, y los vómitos, y saber, años después que tu enfermedad mental es genética, y el brote, el primer brote que te provocó esa misma persona, o personas, mala gente, te enteras, años después. Gentuza.
Y te piden que los veas. Y te negaste, porque ni ibas a entrar en el garito, ni tienes la intención de consolidar una amistad que ya no existía, Y los niegas: no son mis amigos (me refiero a la Cuadrilla de los Cuatro; dos varones, dos mujeres, cada cual más retorcidos), y con razón, porque, tras caer enfermo, en parte por su culpa, ellos ni se molestaron en tus años oscuros. Son sombras, y ya no molestan. Escozores superados, pero el dolor queda ahí, porque sientes.
Entonces, cuando niegas regresar, porque te lo exigen: ven a vernos. ¿Y cuándo saliste del hospital, acaso se molestaron? Y los años de agorafobia, de temor a salir a la calle, porque la mitad del año, lo pasaste de pesadilla en la Planta 8ª del mismo, sufriendo lo insufrible, y pesadillas diarias, a pesar de la medicación que, en algunas ocasiones, hasta gritabas en plena noche, y luego, el hundimiento. No se preocuparon, ni te visitaron, y se abstuvieron de verte. Ni una visita. Y te vienen con esas.
Los años han pasado, pero un poco de la agorafobia, y en cada ocasión que pasabas por la urbanización (se ha repetido el último acento), los días en que recuerdas la intoxicación de tu organismo, el dolor del hígado, intestinal, ardor de estómago y los desmayos y vahídos, y la alarmante pérdida de peso, y que te llamara, esa misma persona "loco", sin comprender qué le pasaba a tu organismo, y la razón de su funcionamiento o malfuncionamiento, y los vómitos, y saber, años después que tu enfermedad mental es genética, y el brote, el primer brote que te provocó esa misma persona, o personas, mala gente, te enteras, años después. Gentuza.
Y te piden que los veas. Y te negaste, porque ni ibas a entrar en el garito, ni tienes la intención de consolidar una amistad que ya no existía, Y los niegas: no son mis amigos (me refiero a la Cuadrilla de los Cuatro; dos varones, dos mujeres, cada cual más retorcidos), y con razón, porque, tras caer enfermo, en parte por su culpa, ellos ni se molestaron en tus años oscuros. Son sombras, y ya no molestan. Escozores superados, pero el dolor queda ahí, porque sientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario