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jueves, 25 de diciembre de 2014

Y no mirar hacia el pasado sin ira...

Por una parte, la ira cansa un poco. Después de todo, el pasado es el pasado, y es imposible arreglar aquello que se rompió por su fragilidad. Además, la ira contenida destruye todo lo que arrasa por delante, y no es buena idea. Tiende a empañar. sobre todo, esos recuerdos que son felices, y a estropear aquellos recuerdos que otros indeseables decidieron que no eran, ni oportunos, ni tampoco que los merecieras.
Pero es posible anular esos iracundos recuerdos, evitando pensar en ellos. No se anulan, pero su nefasto recuerdo queda limitado y atenuado por otras razones de peso. No se cometió ningún error, sino que los cometieron otros. Y eso, por mucho que trate de sentirse culpable la víctima, en realidad, las víctimas de su propio mal, fueron los verdugos. Es posible que, a estas alturas, muchos de aquellos que se convirtieron en enemigos, a estas alturas, y con la crisis, lo estén pasando mal, y como no recuerdan el mal que hicieron, no atiendan a razones, y echen la culpa a la crisis, y no a esas malas acciones de comportarse, hablando en plata, como cabrones.
Y no es de recibo: después de todo, hay razones en donde el acoso escolar en el instituto, o acoso laboral en el trabajo, no es posible soportarlo. Y al final, el tiempo pone las cosas en su sitio, como cerrar empresas muy oscuras, o pobladas de seres que, por la envidia, prefieren la destrucción algunos, hasta que el Destino ( que, en cierta manera, no existe) les pone en su sitio, y les obliga a probar su propia medicina o veneno.
Por suerte, no hay tanta gente despreciable en el mundo, y sí buenas personas.

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