Faltan las hojas, hojas que servirán para leer o anotar, mancharlas con las palabras, con el rumor de la tinta, con el frescor de esos pensamientos que, en ocasiones, no se comparten, o se regalan después. De momento el lomo y el cuero. Los cuadernillos de las hojas, que han de caer del lado de la fibra, tratando de acomodar las hojas, para que su roce no rompa el hechizo de un libro que se leerá, o de un cuaderno de notas que se escribirá: ideas, notas, cuestiones, dudas y una serie de datos personales, o de apuntes que nunca verán la luz, o que se leerán, más adelante.
Falta, pues, el relleno. El corazón y alma del cuaderno, o del libro. La esencia y sustancia de las hojas que se pasan, que se abrirán millones de veces, que, sea de una manera o de otra, forma el cuerpo del libro. Hojas como pieles de cebolla, como las capas de la misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario