He escrito muchas veces por la noche, al abrigo del frío, e incluso pasándolo, con el riesgo de agarrar una gripe o una pulmonía. También con calor, en verano, cuando al escribir mi frente se perlaba de gotas de sudor, o apenas se podía respirar bien. También he escrito por la mañana, en muchas ocasiones, por la tarde, al mediodía. Escribo cuando me lo pide el corazón, aunque suene cursi. No precisamente, para que me quieran (como señala Vargas Llosa), porque ya me siento bastante querido por familia y amigos y amigas, que lo comprendo. Escribo porque, ya lo señalé en otra entrada, uno escribe por necesidad, y no estoy de acuerdo con esperar algo a cambio. Cada uno tiene sus recursos. Que funcionen o no, o es la bendición o la maldición del escritor en el momento. Tengo un amigo que se niega a cobrar sus conferencias. Incluso le han ofrecido cantidades asombrosas, y se ha negado. Por lo menos hay honestidad, y, como no me gano la vida escribiendo, lo tengo por afición (de hecho, hay un sinfín de aficionados que saben escribir, con un millardo que no tiene ni idea, por lo menos, en la Red, y personas honestas, honradas y sobradamente preparadas); creo que el talento no se mide por ser un don o un legado, sino por la capacidad del trabajo interno, y de la pasión que la escritura provoca. Dejo de escribir, cuando mi mente se halla agotada, y necesita respirar. Pero nunca abandono la escritura.
Eight days a week... I love you
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He perdido a algunas personas muy queridas para mí. John es uno. Se fue
hace muchos años un día como hoy. Le quería y todavía le quiero. Es algo
inevitable...
Hace 12 años
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