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sábado, 23 de abril de 2011

Lluvia

Llueve. Siempre lo ha hecho. Otra cosa es que la lluvia destruya, o decida tragarse la tierra, sumergirla y destruir, en vez de crear. Llueve, porque necesitamos que lo haga. El agua es vida, tanto, o más, que la sangre. La vida empezó en la matriz del agua, no del barro. Lo más puro que hay en la Naturaleza es el agua. La sangre, es impura, porque se crea a partir de combinaciones de proteínas y bacterias, de células, de protoplasma, de materia. No hay nada más inmaterial que el agua. La sangre ensucia, el agua limpia o desaparece. Se torna sucia, con la mácula del pecado (parezco un predicador, Dios mío), cuando se mezcla con elementos sólidos que contaminan la pureza del agua. Sin agua, la vida ya no es necesaria, con agua, la felicidad se multiplica. Necesitamos el agua, por mucho tsunami y olas de doscientos metros que haya. Y dudo mucho que la vida se base en el silicio, un mineral corrosivo y estéril, que destruye todo atisbo de vida, porque el silicio, de alguna manera, significa muerte. Es el carbono la materia, y la combinación de dos gases inocuos, provocó la vida. Hasta el átomo toma formas increíbles, sin que se sospeche que esos mismos átomos, al asociarse, crearon la vida. Por eso, cuando los pormenores del tiempo, angustian la existencia, busco calmar mi sed en el agua, o pensar en ello, cuando la vejiga se vuelve teniente.

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