No hay secretos en creación literaria, sólo recursos o herramientas. Según como se utilicen, así funcionan. En mi caso, escribo durante todo el año. Apenas hay descanso porque es una especie de arrebato. Si paro, es porque el tema no me ha llegado, o porque no encuentro el tema o el pensamiento adecuado, o debido a que ese día, no había ningún asunto que tratar.
En ocasiones, escribir no es tan fácil. De hecho, para escribir un cuento, por corto que sea (de folio a folio y medio, o la mitad) me cuesta tres días concentrado, hasta que tengo la historia. Muchas veces, al ejercicio que nos pida el profesor o maestro. En otras, escribo porque me da la gana, y porque busco expresarme en ese momento. Pero cuando la escritura te llama, es el momento de plasmar cualquier cosa, sin censura. En primer lugar, es una llamada urgente. En segundo lugar, es una necesidad, y eso, aún arrastrando mucho trabajo. Eso no me convierte en un maestro. Escribo sin parar, porque es una de las maneras de comunicarme. No importa que no me lean. Escribir, aquí, en el Códice, o en Zarigüeya, es una forma hacer algo. Es posible que el mundo no cambie, pero, por lo menos, el mundo es demasiado grande y extenso, como para que modifique su rumbo. La Tierra es una mota más en el Universo infinito.
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