El esfuerzo es tremendo, sobre todo, cuando el cuerpo no acompaña, y deja huellas de heridas pasadas. Las heridas pasadas no pueden perdonarse, pero no se pueden curar, desde luego.
Cada momento es importante, y más cuando cada día se intenta escribir una entrada. Las energías me está fallando, hasta tal punto, que la propia resistencia se debilita.
Pero la marabunta no ruge. Ruge cuando, en muchas ocasiones, se tiene la sensación de no escribir nada original. Pero, por lo menos, se trata, en este caso, de continuar escribiendo.
Escribir porque el final no ha llegado, y cada día es más luminoso que el anterior. Y esos días no han de perderse.
Dejaré que ruja la marabunta, que la capacidad creativa no rubrique su final. Porque la escritura es necesaria, inútil muchas veces, porque como dejó escrito un autor, no se ha de forzar a leer a aquel que no desea leer, y más razón tiene, cuando el imperativo lleva hipocresía.
Pero, ¿en qué lugar quedan los que escriben, que dejan un legado en una Red que no olvida, o en los archivos, o en los folios que se guardan y amarillean? ¿Dónde quedan?
Luego, la marabunta avanza. Pero el Darkseid Omega de la imagen no es el final. Pero los días pasan, y ser fiel a la escritura es demasiado complicado. Y cuando no ruge la marabunta es peor.
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