Me refiero al momento en que la empresa se extingue. Poco después del último día en el que trabajé en el Catering, pasaron los años, y la empresa cambió de nombre tres veces. Eso significa que cambió de propietario esas tres ves, con un convenio muy dudoso. El último nombre debió ser su canto del cisne, porque quedó transformada, en el Barrio del Aeropuerto, en una empresa de alquiler de almacenes o trasteros.
Durante años había odiado a todos aquellos que permanecieron en la misma, mientras a mí, me despidieron sin la oportunidad de defenderme. Sencillamente, después del acoso laboral, me dieron puerta, y acabé con el sistema nervioso destrozado. Me recuperé años después de que se me diagnosticara en el Hospital, en la Planta 8, Psiquiatría, una Esquizofrenia Paranoide hereditaria y crónica. Es posible que, en el pasado no fuera consciente de ello; pero mi odio dejó de aumentar cuando, años después, y ya más talludito, la empresa se había ido al carajo por las dudosas mafias de la misma empresa. La misma mafia que me envió al paro.
Sentí que también despidieran a los empleados sin indemnizaciones durante un par de días; luego me dije, es demasiado tarde, y luego me dije, que si estaban en ese estado se debía, sobre todo, por comportarse, algunos, como unos completos miserables (por no decir algo más gordo que se no se olvida) y me dije: ¡joderos! Por lo menos, a mí me dieron el finiquito y una escasa indemnización; pero esos estúpidos, que me guiñaban el ojo con malicia, se quedaron sin paro y a dos velas. Ya lo dice el refrán: quien ríe el último...
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