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viernes, 24 de enero de 2014

Entre otros paisajes y panoramas

El paisaje de Asia Carrera
Bueno, al final, tanto paisaje cansa un poco. Ciertamente que los paisajes tienen los días contados, tantos, como el ser humano en el Planeta si no hace algo para remediarlo. Pero hay otros pasajes que muchos prefieren ignorar. Se ven tantas cosas, que es preferible ignorarlos, y con razón.
Es posible que esos paisajes prefieran permanecer en el anonimato, cuando brillaron con descaro en su momento, y claro, razón no les falta. El anonimato es preferible, después de una carrera meteórica. Pero está claro que las estrellas que brillan durante un tiempo dilatado, acaban por quemarse y apagarse.
Pero esto no significa que dichos paisajes no hallan brillado con honestidad. Muchos se han acabado antes, porque así es la realidad, que todo lo consume. Por lo menos, la realidad que hemos creado nosotros, que es muy artificial, hasta tal punto que, por lo menos, nos hemos acostumbrado a vivir entre paredes del modo más natural; pero bueno, esto forma parte del desarrollo tecnológico. Y eso es el precio que se paga.
Por otra parte, dudo mucho que el ser humano hubiera estado demasiado implicado con la naturaleza. Cierto, aún quedan tribus, hasta tal punto, que en el Amazonas, e incluso en la lejana, y casi extinguida Mongolia, quedan seres humanos que viven sus tradiciones en comunión con la naturaleza. Tener un jardín, por muy extenso que sea, no significa que se conviva con la naturaleza. Sólo es una clasificación botánica de especímenes vegetales, colocados por arbitrio, y no a la buena de Dios.
Por eso, creo que los paisajes son otra cosa. Permanecen ahí, y por lo menos, se disponen a brillar con la vista, con los sentidos y con las fragancias. Nuestro mundo es, pues, muy limitado, en este aspecto, hasta tal punto que, lo deseemos o no, esos paisajes también son efímeros. Los paisajes naturales no envejecen, pues cada año se forma uno nuevo, tras el paso de las estaciones. Pero los paisajes humanos, sí. Acaban por marchitarse, y perder la forma, demostrando que, hasta los propios animales racionales que somos, acabamos por tirar la toalla, porque nuestro paisaje exterior es caduco.
Y, sí, me refiero metafóricamente, a nuestro aspecto, nuestra piel, sangre y huesos y carne, que ha de luchar contra el deterioro más trágico y dramático, porque así es el tiempo, que no perdona nunca, y que nada más nacer, morimos.

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