Saludos a todos los entes materiales e inmateriales. Ayer nos quedamos con la apertura del cuaderno, de mi cuaderno; seguimos con el ente en movimiento, pero esta vez, sentiente o sensitivo. Ente es, sobre todo, un animal racional, como por ejemplo, el ser humano. Tienes sus fallas; pero según Aristóteles y Tomás de Aquino, es la máquina más perfecta, que otros muchos animales, sean bestias salvajes o animales domésticos. Disiento un poco, porque, en los últimos estudios, los animales también tienen su ánima, es decir, sienten, pero de una forma muy básica, o primitiva, porque, ¿quiénes no han visto llorar a un perro, o un gato, o quejarse a un gorrino de la suerte que le espera en el matadero? Ciertamente, su sentir es poco profundo, quizás, porque no nos preocupamos de estudiarlos a fondo. Nos basta decir que sus necesidades son básicas e "irracionales"; ¡Claro! Como inventamos la guerra, somos los animales racionales más inteligentes del Universo; pero por eso nos llevamos por delante todo lo que se nos ponga como obstáculo.
Los animales no racionales, sea tu perro o gato o cerdo coreano, no necesitan enfrentarse entre sí. No hacen la guerra, porque no la necesitan. Después de todo, Aristóteles escribe, y con razón discurre, que son limitados. Ya, Toottles, y nosotros no.
En realidad, los animales nos superan. Nacen con el instinto de supervivencia que nosotros hemos perdido, con un equipo de defensa que ya querrían muchos superhéroes urbanos, y con la capacidad de actuar con rapidez. Cuando gritas una orden a tu perro, éste no se para por temor. Deja de correr, porque le has impuesto una orden, y como sabe que le cuidas, y se ha criado contigo, desde cachorro, sabe que tiene que obedecerte, porque le das seguridad.
A los humanos casi nos sucede lo mismo, y para ello existe, no sólo la tradición, sino la herencia tribal. Las ciudades lo son, por la convivencia de diversas familias, o clanes; pero, en los últimos años, nos acercamos a lo mismo, a la tribalidad, por la crisis que nos estamos tragando. La inseguridad crece, y nos vemos sometidos a tensiones que se traducen en violencia. Violencia de los descerebrados, de aquellos que sin conflictos no están tranquilos. Y luego, nos llamamos racionales. ¡Quia ad Absurdum! Por lo menos, a lo largo de la Historia, no se han registrado batallas entre perros y gatos, o tiburones y delfines. Somos movimiento y sentir, y tropezamos con la misma piedra, todos los días. Mañana..., ¡más!
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