En las tiendas y papelerías a las que suelo acudir ha acontecido un hecho misterioso: los Rollerball Pilot están desapareciendo. Y eso que yo los utilizo para escribir, por una parte, porque al escribir con suavidad, me relaja. Esto no parece importante; pero, para mí, un Rollerball es una especie de compañero que siempre está ahí, cuando lo necesitas, y no es cosa de ponerse sentimental, pero escribir con tinta, es lo más cercano a dejar la impronta del manuscrito, que luego pasará a archivo o a un procesador de texto del ordenador, pero lo escrito queda.
De todas maneras, muchos escritores defienden que el material de escritura no es importante. Que se lo digan a Georges Simenon, creador de Maigret, que utilizaba lápices de colores para escribir, o las diferentes plumas de Tom Wolf, que escribe con Parkers y Montblanc, y cuando se le gastan, como gana una pasta gansa, pide más a la fábrica que se las construye en exclusiva. Tom Wolf tiene la manía de escribir a mano con plumas caras, y luego, el borrador definitivo del capítulo lo pasa a máquina, o a ordenador. Lo de las estilográficas parece una extravagancias, pero muchas veces ha confesado en entrevistas que si no escribe las primeras líneas de sus novelas con estilográficas Montblanc o Parker, ya puede olvidarse del trabajo. Por eso se demora años en escribir e investigar para sus novelas.
En cambio, en mi caso, mientras sean Rollers, no me importa de la marca que sean, siempre que funcionen, claro. Y sí, estos días, estoy volviendo a la carga. Nos vemos. Mañana..., más.
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