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viernes, 14 de junio de 2013

Homero nunca muere

Homero es material para el cine muy valioso. Homero es inmortal, pero sabía que, aún siendo un rapsoda griego, dudosamente ciego, también cabe la posibilidad, por algunos estudiosos y eruditos (entre los que, desgraciadamente, no me encuentro) que Homero no fue el componedor de La Ilíada sino que hubo, no sólo ProtoHomeros, y hasta PseudoHomeros.
El asunto se complica más, si tenemos en cuenta que Homero pudo componer parte de la obra por sus viajes por el Ática griego, sus visitas a las distintas ciudades-estado, y que, también se ha discutido mucho que Homero es posible que sea una invención, y que un grupo de vates helenos compusieron ambas majestuosas y potentes obras literarias, en donde la universalidad es manifiesta: La Odisea y la arriba mencionada.
Material de péplum hollywoodense, las obras de Homero tendrán siempre versiones contradictorias narrando la misma historia desde superproducciones a pastiches; desde leyendas que el propio cine crea, y de la misma manera que los sueños de los poetas se tornan ficciones sólidas o exageradas.
Homero nos legó un par de obras mágicas, siempre pidiendo a la Musa que lo inspirase: la Musa, su daemon particular, nos ha mostrado el poder de las palabras justas, el conocimiento de cada personaje, y las miles de versiones de ambas.
La narración, que sigue una estructura fija (se han perdido algunos capítulos) nos enseña que escribir no consiste en juntas palabras. Ha de salir del corazón, con la furia y la pasión que el autor es capaz de emocionar, y en las obras de Homero hay emoción, un poco grandilocuente, porque no se platicaba de la misma manera que ahora.
En Homero, los dioses y los hombres hablaban elevadamente. En ningún capítulo, he hallado alguna palabra malsonante, pero si las hay, se encuentran ocultas en su sentido metafórico. Suerte que Homero nunca muere.

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