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viernes, 14 de junio de 2013

La Cenicienta no era tan Cenicienta

Después de todo, no siempre los cuentos edulcorados dicen siempre la verdad. Vivimos en un mundo de imágenes que nos entran por los ojos, hasta tal punto, que nos convertimos en seres ciegos que sólo se hechizan al emborracharse con imágenes. En cierta manera, nos lo merecemos. La imagen es poderosa, y también recluta toda nuestra atención, sin darnos cuenta.
Al final, resultará que la Cenicienta no era tanto, porque se trataba de una mujer vulgar con todos los encantos. Nadie ha afirmado que una ánfora no sea bella, pero depende de la manera en que se mire. Porque, lo creamos o no, la imagen es el nuevo Dios de nuestra época, que se ha explotado, desde los años 8o del siglo XX, hasta este siglo XXI, en donde el poder de la imagen, en ocasiones, es aterrador.
Nos programan para que la belleza edulcorada penetre en nuestro inconsciente, y nos damos cuenta de que, de una manera o de otra, la cuestión es, ante todo, más grave. Tenemos ocasión de desaprobar ciertas cosas; pero, si no estamos formados, la belleza es un arma tan sutil, que los ojos no nos dejan ver. Sólo admitimos lo superficial, desde luego; pero hemos de recordar que somos algo más que pulsiones y pensamientos: somos alma y espíritu.
Y recordad que somos mortales.

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