Desde que Lovecraft lo convirtió en un instrumento o figura de ficción (pero que, en realidad se trata de un Grimorio para invocar a dioses y demonios sumerios, según Aleister Crowley) desde hace muchos años se ha editado una y otra vez, y es protagonista de los pastiches más serios, o más disparatados, o nuevas versiones de los dioses Primigenios.
Desde luego, tenemos Necronomicon hasta en la sopa. El misterio hacia lo excéntrico nos atrae. Sobre todo, cuando nos dejamos seducir por la ficción. Un Grimorio puede abrir puertas; pero hay que tener, sobre todo, algo de cuidado. Lovecraft jugaba y sigue jugando con sus lectores; pero la verdad es muy distinta.
Un volumen como este no puede ser válido. Por ejemplo, se despiertan fuerzas, en este caso, marinas, que duermen durante tiempo inmemorial. Llega el torpe de turno, y ya se está echando la culpa, en la ficción, a un libro que, desde luego, no es válido, y no es realista. Porque se trata de un juego. Entonces, llega el momento de escribir, o de exponer hasta que punto la ficción funciona.
Un hecho es cierto: el Necronomicon original existe; pero nadie hasta ahora, lo ha hallado. Incluso cabe la posibilidad que el de Aleister Crowley, sea igual de falso. Un divertimento. Pero el misterio siempre nos ha atraído, y con la ficción, preferimos creer, a dejar de soñar.
Ya lo escribió Calderón de la Barca:
Que toda la vida es sueño
y los sueños, sueños son
Hyeronymus dixit.
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