David-El se había quedado impresionado ante los azules edificios acristalados de Metrópolis. Entre otras cosas, porque el diseño era ovalado, y recordaban, estos rascacielos, al símbolo del Caballero Oscuro. Se lo comentó a Doc Eckman, que permaneció guardando un silencio críptico lleno de misterio.
De entre el millón de rascacielos de la ciudad, aún se conservaban edificios más pequeños y clásicos, como el del Daily Planet, el Palacio de Justicia de Metrópolis de mármol brillante y ladrillos rojos, el Ayuntamiento, y unos cuantos comercios que embellecían la fría luminosidad de una ciudad reconstruída.
-¿Por qué no visitamos el Daily Planet?
-No hay tiempo. Hemos de ir a Smallville.
-¿Y la depuración de la sangre?
-No te preocupes. Tenemos permiso de estancia de dos meses. Además, la tecnología es de las Corporaciones Wayne, y será en Gotham donde te curen, si es posible.
-Bueno, vale. Visitemos a los paletos de Smallville.
-No seas confiado, David-terció Doc Eckman-en Smallville nada es lo que parece. Así ha sido siempre.
David-El y Doc Eckman compraron los billetes para un aerobús, que los traslado a la entrada del pueblo, cerca del Talon, que conservaba su estilo años 50, como si no lo hubiera perdido nunca. Luego, alquilaron un vehículo, para trasladarse a la antigua granja de los Kent.
-Un momento, Doc. Yo no soy un Kent.
-Consulta tu pasaporte, paleto-y Doc Eckman le enseñó su pasaporte. David L. Kent.
-¿Por eso no me hicieron tantas preguntas, ni revisaron mi equipaje ni nada?
-Por eso. Bienvenido a América, paleto americano.
-Norteamericano.
Se bajaron del aerovehículo, y se presentaron en la granja Kent. No había cambiado mucho; pero David-El sabía que, en cinco mil años, una granja, por muy cuidada que esté, no resiste esa cantidad de tiempo.
Un bisbiseo en el aire alertó a David-El. Eran tres discos de dos metros de diámetro, negros, y que se desplazaban a una velocidad de vértigo. Estaban hueco, y semejaban ruedas ligeramente dentadas, con una luz verde en uno de los lados, como un visor. David-El se temía lo peor, y no se equivocaba.
Se posaron en el suelo, atrapando a David-El y a Doc Eckman, y giraron con violencia, creando una especie de jaula. El cabello de David-El ondeaba por el movimiento.
-¿Eres Kal El?-preguntaron los discos.
-¿Qué? No.
Doc Eckman frunció el ceño, como dando a entender que la respuesta no era las que esperaban los discos. Una ráfaga de rayo de kryptonita golpeó a David-El, mientras que Doc Eckman era expulsado del círculo.
-¡Imbécil! Cuando te pregunten eso, di que sí lo eres.
David-El sufría, porque las venas se le necrosaban y el dolor era intenso. Al notarlo, los discos frenaron su ataque.
-¿Eres Kal El?
-Sí, lo soy.
Y en cuanto terminó de pronunciar estas palabras, Strike! furioso, lanzó un potente rayo calorífico que fundió el metal oscuro. Y también porque pensaba en Kiara en ropa interior. Lo hizo sin pensar, que es lo que llevan a cabo la mitad de los héroes.
-Has regresado a Smallville, hijo.
-Ahora comprendo porque aquí nada es lo que parece, Doc.
-Creo que Delfos no te lo contó todo sobre tu Don-comentó Doc Eckman-Es hora de averiguarlo.