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viernes, 18 de marzo de 2011

Tormenta Torrentera


Otra vez, el ínclito y erudito Santiago Segura lo ha vuelto a hacer: una nueva entrega de Torrente, el policía racista, borracho, drogadicto, tan miserable como Mr. Bean, y, al mismo tiempo, una suerte de héroe, en donde, en esta cuarta entrega todo le sale casi bien, pero por la caspa, le sale poco peor. El personaje de Torrente no ha evolucionado mucho desde la primera entrega. Por lo menos, hay una gran diferencia en que no se enamora a lo tonto como en la segunda y tercera entrega. Por lo demás, la cinta es una colección de gags groseros y de humor grueso y de brocha gorda, de sueños para adolescentes pajilleros (con María Lapiedra en el papel de una novia nada respetable del compromiso matrimonial, que le hace un trabajito a Torrente, después de intentarlo con el camarero, el gañan de Muchachada Nuit, Ernesto Sevilla); brillan, sí, algunos sueños oníricos con doble lectura, en donde se trajina a las funcionarias de la prisión-modelos de desnudo, y posibles actrices del porno y del Bagdad, pero que acaba, el policía, frotándose con el compañero de celda-; la rumba de David Bisbal, es suave y tranquilita, y después de todas las explosiones y despropósitos de la cinta, el espectador lo agradece, porque uno empieza a reírse desde la primera imagen. Distribuye Warner España, que es un sello de confianza. La Warner se fija en los productos que ofrecen beneficios, y que una película obtenga el sello de distribución de una película española, significa que hay pelas por medio. De hecho, el sello de distribución, al principio de la película, otorga prestigio, porque el simbolito de los Hnos Warner cuesta un pastón, y se paga. No ganará un Goya, pero Segura sabe lo que se hace, y lo que se juega.

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