Este mes, con todo el calor, a medio camino, nos llegó la impresión, primera y última del accidente catastrófico de tren en Angrois. Además de ser la línea de ferrocarriles de España, la más puntera del mundo, está claro que, cuando más nos confiamos de que todo va a salir bien, resulta que llegan las desgracias. Esta noticia ha sido la última carga de la dinamo. Precisamente, muchos esperamos que no suceda, pero sucede, hasta tal punto, que la sensación es de dolor e impotencia.
En cierto momento pensé que somos un mundo sin Superman. Es posible que, si hubiera un resquicio, aquello hubiera sucedido, pero sin víctimas. Pero, como en el azar, y no creo en el azar, no estaba previsto, el fallo humano está justificado; pero siempre hay algún maquinista que se cree Fernando Alonso, cuando la máquina que maneja es más pesada que un bólido. No me extraña que luego tenga pesadillas.
Y volviendo a Rajoy. Explicará antes. Me equivoqué en mi previsión, y me alegro. Pero todos quieren un trozo del presidente. En especial los socialistas que, cuando estaban en el poder, llevaron a la ruina a este país. No se muerden la lengua cuando desean silenciar los EREs. Pero, por lo menos, deberían ocuparse de su viga en el ojo, que no les dejan ver el bosque. Mentes tan estrechas sólo quieren la presa y la sangre del sacrificio.