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martes, 30 de julio de 2013

Siempre queda escribir, por lo menos

La única defensa y arma de defensa que tenemos los escritores consiste en escribir. No importa si se arma polémica. Creo que la polémica es necesaria. Si no la hay, escribir puede volverse un suplicio. Sea porque no se escogen bien los temas, sea porque los temas, ese día, no estaban. Y hay más: sin buscar la novedad, se ha de buscar la novedad en lo ya conocido.
Conocido: la realidad inmediata del escritor: notas, apuntes, pensamientos alados...; pero esto no acaba aquí. Si de algo podemos sentirnos orgullosos los escritores es, en este caso, que otros ya han escrito antes sobre el mismo tema, con distinta opinión o ideas, y es una de las ventajas. Como los movimientos filosóficos o los sistemas de esta misma índole, podemos rebatir o pensar en contrario sobre el escrito de otro escritor. Pero no hay que ser tramposos. No basta decir bueno o malo. Se ha de argumentar, con las cartas sobre la mesa.
Saber de aquello de lo que el escritor trata o que idea tiene en ese momento. De ahí que los cuadernos de notas son muy valiosos. Laboratorios de la creación. Tanto o más que las libretas. Importante continuar escribiendo. No sólo para mejorar, sino tratar de mejorar como persona (pero eso es más difícil); y no dejar de lado la palabra, o las palabras.
En los momentos más difíciles, las palabras salvan, y lo hacen, porque es la escritura la que nos guarda de nuestros temores y tristezas, que no se quedan en nada, pues siempre significan algo. Y mis disculpas a Luisa. Hace tiempo que decidí dejar de ser un pesado.
Por suerte, siempre queda escribir, por lo menos...

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