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miércoles, 13 de marzo de 2013

Beneficios en tiempos difíciles

Se acercó al Rastro con el portafolios en donde transportaba el tesoro que más apreciaba. Un domingo cualquiera, un domingo como los otros. Pero se trataba de un domingo trágico. Fue al Rastro a vender sus monedas.
Se paraba en los puestos y preguntaba:
-¿Le interesa?
-Chico, no hagas tonterías que aquí nos las apañamos para ganarnos la vida. Vete a hacer negocio a otra parte.
No era la primera que le echaban del puesto con cajas destempladas. Más que cajas destempladas, eran cajas resfriadas, porque ya empezaba a sentir el castigo de los domingos invernales y helados por la mañana.
-Le aseguro que esta colección es muy valiosa.
-¡Lárgate!
No parecía tener mucho éxito.
Insistió muchas veces, pero nadie llegaba a un acuerdo con él. Se encontraba desesperado. Incluso recibió un molesto pisotón, hasta tal punto, que ya molestaba por la violencia. Un carterista intentó arrebatarle el portafolios de cuero.
Como no tuvo éxito, él mismo decidió entrar en una tienda de antiguedades. Enseñó las monedas.
-No te puedo pagar mucho-dijo el anticuario-Las monedas no son para tirar cohetes.
El anticuario extrajo unos billetes, le pagó, y dijo:
-Te compraré la colección por partes. ¿Tienes más?
-Sí-asintió él.
-Entonces pásate el próximo domingo. Es posible que tengamos negocio. Si las vendo te pago un diez por ciento.
-Un veinte.
-Bueno, está bien. Un veinte por ciento. Pero ten en cuenta que las venderé fraccionadas. Cada moneda es un valor.
-Comprendo.
Salió de la tienda, con el portafolios de cuero más ligero. Llegó a una esquina. Encontró al carterista, y le golpeó con la piel del portafolios. Luego, salió corriendo, en busca del Metro. Daba la sensación de que el infierno se había desatado, pero con permiso del cielo.

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