Obras de este estilo, manuscritos medievales, siempre impresionan. Los siglos que han pasado hasta recuperarse, y mantenerlos, porque el tiempo es, sobre todo, muy mal conservador. Sobre todo, el papel.
El papel se suele deteriorarse por el sol, la humedad, y un largo etcétera de accidentes.
La obra que hay a la izquierda, es un Magnificat, una composición musical religiosa. Estoy seguro de que si se pasan las manos, estas crujen (no las manos, las páginas) y que, sobre todo, huele a papel viejo, el olor del paso del tiempo, y que se necesita conservar, por lo menos, hasta el momento en que se expone.
Pero quien se ocupa de que estos manuscritos lleguen hasta nuestros días, no es sólo de los coleccionistas, sino de los bibliófilos que, a toda costa, buscan estas obras para que el patrimonio no se pierda; y que continúe, porque el resultado es conservar aquello que es histórico y ha de prevalecer, para no perder los orígenes, y siempre regresar al origen, porque es en el origen, donde nada se ha de perder, para su posterior avance.
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