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domingo, 10 de mayo de 2015

No es necesario demostrar nada


Creo que, en ocasiones, no es necesario demostrar nada. Además, se nos conoce por nuestras acciones, pero si se suman acción y palabra, han de quedar reforzadas por esas mismas acciones, y que los hechos sean prueba de la certeza y honestidad del individuo. Es lícito en el individuo demostrar conocimientos cuando el caso lo requiere; y equivocarse, también. De hecho, demuestra más sabiduría reconocer el error que ocultarlo, y no huir del mismo que, esa vez, se trata sólo de un error menor.
Si el conocimiento ha de demostrarse, mejor será tener un plan bien pensado, la exposición de la idea, y haber leído mucho, no vaya a ser que, a la hora de exponer, se meta la pata. Pero es posible meter la pata, porque entonces, no se aprendería. Demostrar para aprender y equivocarse, y no en cortar cabezas está la sensatez. No como esos jefecillos o jefezuchos que prefieren gritar, insultar, oprimir y mandar y ordenar, cuando, sin razón alguna, se dedican a dejar por lo suelos la labor del empleado, que cada día se esfuerza por hacerlo mejor, pero que, una deficiente formación del superior, sólo lo arregla una comunicación presente, y no las malas actitudes y el maltrato y desagrado posterior. Una lástima que no suceda como en los USA: al empleado se le tiene en cuenta. Años y abismos en este país de Larras.

viernes, 8 de mayo de 2015

Sentido anómalo

¿?
Ciertamente, mi percepción como esquizo sufre de una manera distinta; pero, entre los normales que, en ocasiones, extraen sus propias conclusiones, sobre lo que es o no es, he de reconocer que mi percepción falla en muchas cosas, pero no por mi culpa. Y eso no me convierte en peligroso, porque no lo soy. Eso sí, he sufrido las consecuencias de personas que no lo son, y que, por cierto temor, empiezan a tratar a otra con dolencias, como si fuera algo menos que un ser humano. Primero con miedo, luego, con un temor creciente y, finalmente, con la sensación de perjudicarla, y luego, mantenerse a esa distancia, que es prudente, pero absurda, para sucumbir en el aspecto más bestial del ser humano "normal". Mantener las distancias, después del daño hecho, sólo provoca rechazo en el que sufre la dolencia, que se cerciora de ese comportamiento, y ya no los ve como humanos, sino con imágenes míticas, casi mefistofélicas, y se disiente del trato, y decide que no merece el trato que se le ha infligido, porque no comprende ni esa violencia hacia su persona, ni esa crueldad y, encima, esas mismas "personas" le exigen tareas, que uno no lleva a cabo, ni por favor del favor. Después del maltrato, uno no espera escribir composiciones de agradecimiento. Equivale a que a uno le corten la cabeza, y luego le pidan que se ponga a cantar. Hecho absurdo, bestial e inverosímil.

viernes, 17 de abril de 2015

Opciones desacertadas

Abastecimiento lácteo a elegir
Elegir alguna opción, en la vida, nunca parece fácil. En primer lugar, porque las decisiones se pueden tomar a lo Confucio: pensarlas hasta dos veces y, a la tercera, ponerse manos a la obra. O sin pensarlas, que suele ser dolorosas, si el error está incluido en el paquete. Luego queda, por ejemplo, la tercera opción, incluyendo las dos primeras, e inventándose la tercera, con la sufrida equivalencia de que esa misma opción es posible no tomarla.
Del ser humano se dice que no actúa por instinto. Preposición totalmente falsa. Si durante su vida, no hace otra cosa que sufrir, está claro que su mente, castigada por la angustia y el dolor, no siempre acertará en las opciones, y cometerá un error tras otro, se sentirá mal, y cuando crea que ha tomado la decisión adecuada, desconfiará de esa misma. Con más razón, cuando no ha hecho otra cosa que llevarse y recibir palos todos seguidos en comandita y en fila. Y no será porque la letra con sangre entra, si fuese posible entrar en un lugar más cálido y acogedor, sin la necesidad de sufrir sangre o dolor alguno, y preferiblemente, el placer, que será más suave.
Muchos, como en todas las eras, sufrirán. Y ese sufrimiento es equívoco, por razones, no tan equívocas, basadas en el error. Sin duda, el error nos persigue a todos, y eso provoca temor a equivocarse, y el asunto no acaba aquí, porque la situación es más compleja. Si cada uno somos nuestros yoes y circunstancias, el asunto se calienta. ¿Hasta qué punto lo somos? Y si alguien opera, a través de nosotros, deberíamos toser (cof, cof) al pronunciar en su francés original, el nombre que se pensó a sí mismo, Descartes (cof, cof), un tipo que sabía quien era, pero no del todo.
Elijan, señores y caballeros...

miércoles, 15 de abril de 2015

Pensamientos positivos que sirven media hora

Elevando pensamientos muy positivos
Los pensamientos positivos están bien para media hora. Además, si la felicidad consistiera en, por ejemplo, en cierta tranquilidad, y no la emoción en sí, todo el mundo sería optimista, pero autoengañado. Es más, los políticos se aprovecharían de la situación. Ciertos cataclismos no hay manera de arreglarlos, porque los cataclismos, son eso, cataclismos. Hasta tal punto que, esos cataclismos no siempre los provocan las personas.
En cierta ocasión, cuando estuve en Mantequerías Leonesas, llegaba a casa deprimido. Ya no era por la situación, sino por el constante maltrato de los encargados. Por una parte, no comprendían que yo hacía mi trabajo, y por otra, que los gritos constantes, las desproporcionadas decepciones e injusticias, oyéndolas, aguantándolas, me arrebataban las ganas de seguir en los días siguientes. Por lo visto, uno de ellos, el sr. Martínez, se desgañitaba, y me pareció algo evidente que, cuando me trataba bien, o me llamaba "majete" (con la clara intención de aprovecharse, y tratarme como una mula de carga, que ya lo era, pero, en esa ocasión, no pensaba), y que, después del escozor, llegaba la inoportuna reprimenda. Si las cosas hubieran transcurrido de otra manera, quizás, algunos errores de mi pasado, que no revelaré, no hubieran tenido lugar. Pero las cosas se torcieron, y eso, desde luego, a la larga, se paga un precio.
Ignoro que habrá sucedido con el sr. Martínez, pero nunca he olvidado su figura. Y creo que no llegó a jubilarse, y si lo hizo, creo que no le pagaron lo suficiente; pero creo que, desde hace un tiempo que las Mantequerías quedaron fuera del mercado, se vio que no se había comportado lo suficiente. De hecho, si cada semana que iba a trabajar, recibía yo golpes por todas partes, lo cierto es que llegaba, al terminar la jornada, preguntándome qué había hecho mal. Y la respuesta era que nada. O eso creía yo. Pero llegar a casa con cierta tensión, no era agradable. Desde luego que no. Pero por suerte, el pasado queda en el pasado, y ahí ha de quedarse...

martes, 14 de abril de 2015

Anchos Mares no tan Estrechos

Ancho y voluptuoso mar, y preferible a las tormentas del pasado
En la vida, uno suele tropezarse con personas desagradables, que no son, desde luego, ni personas, ni individuos, y que sus máscaras, siempre suelen ocultarlas como el lobo hacia el rebaño de ovejas. La mala suerte de quienes se tropiezan con esta gentuza, resulta que se dedican a provocar en tu vida una serie de desgracias que no has buscado y, en otras, las ganas que tienes de apartarte de su camino, porque, lo que viene después, suele ser una especie de hecatombe. Primero se suelen presentar con una sonrisa, van de amiguetes, y luego, aprovechan para llevarse o afanarte, tu colección de cómics de DC, en este caso, la maxiserie del momento. Luego, te meten en la cabeza que son unos artistas, pero son unos artistas, sí, del engaño y la doblez. Luego, pasan los años, y los ves como informáticos en una empresa de venta por correo, y que, en cuanto los reconoces, se dedican a servirte mal los pedidos. Pedidos que pagas en mal estado, pero que, con el tiempo, te das cuenta de que esa empresa no tardará en caer, porque te elimina de la lista de clientes (¡menudo tontaco!), y acabas por no recibir el catálogo. Pero no te importa, porque, entonces, si ya no te encuentras en esa dirección, otro caerá. Entonces caes en la cuenta de que los Mares son muy Anchos, y que ese zángano lo hizo por temor, y el pícaro se volvió vengar, y sabes, por lo menos, que ya no podrá jugar con tus dineros, ni a hacerte la vida imposible, y que esperas que fracase, y más con la crisis, porque la facturación es penosa, y es más que evidente. Touchè!

viernes, 6 de marzo de 2015

Ochentera arte marcial importada de Hong Kong


Conocidas películas "de chinos"; así las llamábamos por esos tiempos. El asunto empezó con Bruce Lee, que las puso de moda. Mamporros con gusto oriental, chop suey a saco, y peleas rápidas, pero que, en esa época, el descuido y la calidad dejaban que desear. De los 80 se ha dicho que, en casi todos los países se filmaban películas malas para pasar el rato, de tal manera que, si se echaba en falta la calidad, por lo menos, uno se echaba unas risas con los amigos, y pasaba una tarde divertida frente al video (VHS o Betamax), y estas películas, la mitad de las ocasiones, suscitaban al humor por lo tradicional de la historia, pero por lo absurdo del argumento. Por lo menos, no había tiempo para el aburrimiento. Película íntegra que comparto, si alguien más entra en mi blog (privado).

jueves, 25 de diciembre de 2014

Y no mirar hacia el pasado sin ira...

Por una parte, la ira cansa un poco. Después de todo, el pasado es el pasado, y es imposible arreglar aquello que se rompió por su fragilidad. Además, la ira contenida destruye todo lo que arrasa por delante, y no es buena idea. Tiende a empañar. sobre todo, esos recuerdos que son felices, y a estropear aquellos recuerdos que otros indeseables decidieron que no eran, ni oportunos, ni tampoco que los merecieras.
Pero es posible anular esos iracundos recuerdos, evitando pensar en ellos. No se anulan, pero su nefasto recuerdo queda limitado y atenuado por otras razones de peso. No se cometió ningún error, sino que los cometieron otros. Y eso, por mucho que trate de sentirse culpable la víctima, en realidad, las víctimas de su propio mal, fueron los verdugos. Es posible que, a estas alturas, muchos de aquellos que se convirtieron en enemigos, a estas alturas, y con la crisis, lo estén pasando mal, y como no recuerdan el mal que hicieron, no atiendan a razones, y echen la culpa a la crisis, y no a esas malas acciones de comportarse, hablando en plata, como cabrones.
Y no es de recibo: después de todo, hay razones en donde el acoso escolar en el instituto, o acoso laboral en el trabajo, no es posible soportarlo. Y al final, el tiempo pone las cosas en su sitio, como cerrar empresas muy oscuras, o pobladas de seres que, por la envidia, prefieren la destrucción algunos, hasta que el Destino ( que, en cierta manera, no existe) les pone en su sitio, y les obliga a probar su propia medicina o veneno.
Por suerte, no hay tanta gente despreciable en el mundo, y sí buenas personas.

jueves, 18 de diciembre de 2014

Escozores

Hay personas que creen saberlo todo sobre el dolor. Y no me refiero al dolor físico, sino a ese dolor que se queda atrapado, y dañándote en el interior, y no es precisamente una espina clavada, porque se trata de una herida profunda que sangra. Este dolor hemoglobínico, en ocasiones, no es fácil de cerrar. Y eso es, sobre todo, cuando la persona que te lo produjo, al ver tú caída, se alegró. Años después, cuando a esa persona le fue mal, no dudo en llamarte, ignorando el daño que te había provocado. Entonces, es mejor hacer oídos sordos, porque, en su momento, ni te perdonó, ni recordó nada del dolor que te hizo daño. Son escozores.
Entonces, cuando niegas regresar, porque te lo exigen: ven a vernos. ¿Y cuándo saliste del hospital, acaso se molestaron? Y los años de agorafobia, de temor a salir a la calle, porque la mitad del año, lo pasaste de pesadilla en la Planta 8ª del mismo, sufriendo lo insufrible, y pesadillas diarias, a pesar de la medicación que, en algunas ocasiones, hasta gritabas en plena noche, y luego, el hundimiento. No se preocuparon, ni te visitaron, y se abstuvieron de verte. Ni una visita. Y te vienen con esas.
Los años han pasado, pero un poco de la agorafobia, y en cada ocasión que pasabas por la urbanización (se ha repetido el último acento), los días en que recuerdas la intoxicación de tu organismo, el dolor del hígado, intestinal, ardor de estómago y los desmayos y vahídos, y la alarmante pérdida de peso, y que te llamara, esa misma persona "loco", sin comprender qué le pasaba a tu organismo, y la razón de su funcionamiento o malfuncionamiento, y los vómitos, y saber, años después que tu enfermedad mental es genética, y el brote, el primer brote que te provocó esa misma persona, o personas, mala gente, te enteras, años después. Gentuza.
Y te piden que los veas. Y te negaste, porque ni ibas a entrar en el garito, ni tienes la intención de consolidar una amistad que ya no existía, Y los niegas: no son mis amigos (me refiero a la Cuadrilla de los Cuatro; dos varones, dos mujeres, cada cual más retorcidos), y con razón, porque, tras caer enfermo, en parte por su culpa, ellos ni se molestaron en tus años oscuros. Son sombras, y ya no molestan. Escozores superados, pero el dolor queda ahí, porque sientes.

sábado, 13 de diciembre de 2014

Un fantasma del pasado con el que me tropecé hace tiempo

Y el tiempo pasa, como escribió Da Vinci
Es posible que ya lo haya escrito y narrado, y que la nueva versión no sea tan rica como la anterior. Y me aconteció de camino al Barrio Aeropuerto. Normalmente, no suelo tomar el camino por mi cuenta para ir al Centro Comercial Plenilunio, y en esa ocasión, un deseo interior me condujo hasta Plenilunio, en donde iba a dirigirme a comprar material de dibujo y pintura. Pero, por el camino, me tropecé con el impresentable de turno: una entidad poco inteligente, y que se dedicaba a exigirme aquello que no le debía. Bueno, si le debía, un par de bendiciones, o más, pero con los cinco dedos cerrados.
El ente o entidad fue muy claro: me preguntó la razón, y esto aconteció en el verano de este año, a principios, creo, y me exigía las razones de no ir a la manifestación, de hace más de cinco años, del sindicato de la ya extinta Caterair, Sky Chefs, o como la mierda que quiera que se llamara en esa época. Le dije, a este estúpido ente, que a mí me despidieron con acoso laboral, hace años, y que yo nunca he pertenecido a ningún sindicato corrupto, y que no tenía que manifestarme, porque en el pasado, ya me hicieron esa putada de alterarme hasta cada uno de los átomos de mi cuerpo, y que no era mi obligación defender a los traidores y mamapelotas de la empresa que feneció hace tiempo, por los intereses, la envidia, el hurto y la falta de compañerismo.
El ente estúpido saltó:
-Sin rencor, sin rencor.
Yo, repliqué:
-No, con mucho rencor, con mucho rencor (y creo que añadí una palabra malsonante, que las añado, las suelo añadir, para evitar llegar a las manos del necio que siempre busca algo)
Y, luego, me insistió en que le buscara trabajo.
-¿Qué dices?-pregunté- Si yo ahora cobro una pensión por minusvalía, en parte por vuestra culpa. Yo no te debo nada, y no tienes ningún derecho a exigirme nada. Lárgate.
El ente iba a añadir un pero, y aproveché para vengarme, por los dos meses de infierno que pasé, en donde la realidad se me diluyó, y no veía o distinguía esa parte importante para que la mente agarre soga donde sostenerse.
-Ese es tú problema. Yo sólo busco curro a mis amigos, y tú no lo eres. Si no te hubieras sumado a los judas que había, la situación sería distinta, pero como te sumaste a los caídos, es tu problema.
Tras estas palabras, el ente estúpido se fue derrotado. He de decir que nunca me alegro del mal que les causen a los demás, y que, según la moral aristotélica, quien se alegra del mal de los enemigos, es peor que ellos. En cierto sentido, nada me unía al ente estúpido, en este caso, sólo su origen humano, pero nada más. Sin embargo, me alegré de que lo pasara mal. Cuando él se unió a los que me acosaron laboralmente para que perdiera mi puesto de trabajo, ellos sólo pensaban en sus culos. Pues bien, mi alegría estaba justificada por la ira contenida durante años, y creo que fue un acto de justicia. En realidad, el primer acto de justicia. Si esperaba mi perdón, no me lo pidió. Se lo hubiera dado, pero sus intereses eran otros. Y un perdón pedido por el interés de conseguir favores, no es un perdón, sino una transacción comercial, y yo, de rey o faraón, no tengo nada, sólo aquello que tus ojos ven.

martes, 29 de abril de 2014

Gritos y barbaridades que no convencían

Hace más de diez o veinte años, mientras era empleado en un comercio, que ya todos conoceréis, llegó un momento en que, ya lo narré una vez, no pude más. Por una parte, el encargado me dio bastantes collejas dolorosas, porque tenía problemas en casa, problemas familiares. Al hacerlo público, pues se lo comenté a varios clientes, se debió a que un día me echó la bronca sin venir a cuento. Además, ese día, un miércoles, había trabajado bastante bien, perfectamente, y de pronto, me echa la bronca cuando todo el trabajo estaba más que hecho; y además, me insultó delante de los compañeros, y se metió con mi inteligencia, y algunas cosas más que no tenían sentido.
En este caso, en vez de limpiar los trapos sucios en casa, me los restregaba en mi cara, y había decidido que yo sería su próxima víctima. Ese día, y los siguientes, decidí, después de lo mal que lo había pasado, que algún día pagaría por ello. El hecho de ser un superior, no le daba derecho a pagarlo conmigo, cuando yo no tenía nada que ver con sus problemas. Me sentí herido en lo más profundo, pero no me dolió su ignorancia, cuando un cliente, le pidió sopa de verdura en sobres, y él no supo que decir (porque no sabía inglés); estuve a punto de echarle una mano, me acerqué, pero luego me arrepentí. Allá él.
Se expresaba torpemente, y justo cuando permanecí un momento escuchando al cliente extranjero, caí en la cuenta de lo que buscaba. Pero lo comuniqué al final del día. El encargado me llamó, y me preguntó por la razón de no habérselo comunicado antes, porque había perdido un cliente. Le respondí que hasta más tarde no lo supe. Eso sí, en casa, me regocijé de la torpeza de mi superior. Pero la brecha ya estaba abierta, y aún no ha cerrado.

sábado, 19 de abril de 2014

El cansancio de los siglos

Las memorias no sólo arrastran la vitalidad de los que las escriben, sino el cansancio de los siglos, el agotamiento de los mismos. Porque es un continuo agotar la memoria.
Existe, sobre todo, la renovación de las mismas. En estos momentos, un político o un escritor está escribiendo sus memorias, sus recuerdos. Sabe cómo ha empezado, pero ignora cuando terminará. Pero esos siglos llegan con energías.
El único defecto que tenemos en España es que no es un país de diaristas o de memorialistas. Y cuando hay memorias personales, somos los primeros en ignorarlas. O en no leerlas.
Después de todo, el país lo formamos personas, la masa, quizás, pero todos somos masas. No queda nada al azar, pero el azar nos pilla desprevenidos.
Al no conocer bien a nuestros escritores, políticos, estadistas, militares, médicos, artistas, etc..., nos arriesgamos a hundir a aquellos que mal o bien, mejoran nuestra nación. Es como si un artista decidiera ignorar a su modelo, y hacer de las suyas con el lienzo. Sin memorias, estamos desnudos, y no llegamos a conocernos.
Pero no siempre es posible. Cada uno es responsable de sus recuerdos, sean felices o nefastos. Después de todo, no siempre se ve el mundo de la misma manera.
 
 


viernes, 18 de abril de 2014

Examinando más memorias

La memoria también distrae o se distrae. Gasta bromas muy pesadas, que nos obliga a contradecirnos, de tal manera que, en muchas ocasiones, esa memoria no siempre es tan sincera como parece. Cuando escribimos sobre nosotros, impera la capacidad de incluir un poco de ficción. Incluso los grandes escritores han caído en la tentación de quedar como héroes, en sus memorias, y mentir, pero que no se puede demostrar, y aparentar sombras donde se creían haber visto luces.
Pero la memoria también se desnuda, y lo hace, si no para confundir, sí, para dejar perplejos a todos, hasta tal punto que podemos llegar a pensar que lo narrado por el autor fue real. Luego, las típicas contradicciones: no escribió eso, para algunos críticos, o para los estudiosos de sus obras; tampoco lo narró correctamente, está equivocado. Y así seguimos.
Pero la memoria es algo más que los recuerdos. Los rastros de la persona que las escribió seguirán latentes, en un blog, o en otro soporte, y llegarán o no, a las generaciones futuras, que las hay, pero menudo mundo que van a heredar, lleno de caos y de inseguridad. Si son lo suficiente maduros, es posible que el mundo se arregle, y frenen a aquellos que lo estropean con la corrupción.
Y esos rastros serán cuando menos sorprendentemente benignos. Del pasado es posible aprender, pero, en este caso, el pasado siempre se presenta por sorpresa. En nuestras manos está que las memorias y recuerdos de los grandes hombres y mujeres, sirvan de algo, y no de los hombres microscópicos, en donde su peso político es nulo, porque creyeron caminar en hombros de gigantes, que seguro que fueron hombros de gnomos.

jueves, 17 de abril de 2014

Recuerdos. memoria, errores

Los recuerdos suelen pecar por las lagunas de la memoria. No siempre se recuerda el mismo acontecimiento de la misma forma. Sea que dichos recuerdos son imprecisos, y que, como aconsejan los memorialistas especializados, que la memoria inventa por el camino.
Ciertamente, las memorias no siempre son del todo exactas, hasta tal punto, que la exactitud deja mucho que desear. ¿Cómo es posible que se vuelva al mismo hecho, y este mute y se modifique? La respuesta se encuentra en nuestra mente. No somos como un ordenador, que sirve para guardar y olvidar, porque con borrar algunos archivos, estos se vuelven irrecuperables. Somos humanos, de materia perecedera, y está claro que hay recuerdos memorables, recuerdos oscuros, y recuerdos dramáticos que no se quieren ni se desean recordar.
La ruptura de la memoria con la realidad, a no ser que se haya documentado, equivale a una serie de ficciones que parecen reales, pero sólo son eso, apariencia. Y, claro, en donde se hallan más imperfecciones es en los historiadores de la Antigüedad. Se informaban de oídas, o por otros documentos, que transcribían e interpretaban, o de sus propias experiencias. Luego, se contradecían entre ellos. Por ejemplo, Herodoto. Cuando había algo que no le cuadraba, sostenía que sus datos los había tomado de tal o cual autor, y que es posible que se equivocara. Plinio El Viejo un tanto de lo mismo, pero sugería que se había informado, o por unos correos, comerciantes, o que se trasladaba al lugar para corroborar sus palabras, y echar la culpa de sus errores, en la investigación de su memoria, a sus colegas, ya muertos, o que erraban en los datos.
Pero no me voy a extender más. Sirva esta entrada para aclarar ciertos puntos que parecían oscuros, o, por lo menos, de disculpa si, en algún momento, al leerme, ha coincidido que alguna persona se ha sentido atacada. No era mi intención hacia las personas, sino hacia los personajes, que son "personas" entre comillas. Personajes con los que me he tropezado en mi vida, y me han hecho la existencia imposible.

jueves, 10 de abril de 2014

Esas computadoras de antaño

Era parecida, pero no es esta
Recuerdo que el primer ordenador de sobremesa era de color blanco de teca. Es decir, el plástico que lo cubría era blanco, además, sobre todo, el monitor, que era basto, ligeramente grande, y que ocupaba un espacio importante en la mesa escritorio. Contenía el programa y procesador de texto de IBM, pero modificado por Microsoft, cuando la empresa de Bill Gates se estaba consolidando hacia el monopolio. Era el programa MS2.
Aún tengo en la memoria la pantalla negra del procesador texto. Uno podía escribir ochenta páginas, y como no había separación de páginas, cuando llegabas al último renglón, se te había olvidado qué habías escrito y sobre qué querías escribir. Más fastidioso era que, en ciertos casos, el ratón se rebelaba, y te ponía en la primera página. Si llevabas 150 páginas escritas. Llegar hasta el renglón final, era toda una completa pesadilla.
Precisamente, en ese programa, escribí el boceto de otros investigadores privados que he creado (que son pocos, claro está) y ahí estaba el germen. Por cierto, que mi hermano pequeño lo vendió, y lo sustituyó por un primer portátil, del año 95 del siglo pasado. Luego, llegaron un par más, y he comprobado que el formato TXT, de las agendas, es un programa MS2 más evolucionado; pero la filosofía es la misma, pero con más claridad: se permite utilizar fuentes de letras, y eso es una ventaja que su antecesor mostraba de una manera paupérrima y costosa.
Sigo siendo un negado para la tecnología; pero pertenezco a la generación que conocieron, pero no llegaron a utilizar, un Spectrum, pero sí un Amstrad. Por cierto, he perdido algo de miedo a los ordenadores; pero cualquier día, alguno se transformará en un Transformer.

martes, 18 de marzo de 2014

Poniendo en orden la memoria

Hace tiempo escribí una Memorabilia en la que no puse el nombre de la chica. Pero sucedió por el año 90-91 del siglo pasado. En realidad, me refería a mi ex; y es posible que llevara a confusión, puesto que me refería a ella, pero no puse fechas, porque no quería inmiscuirla en mi presente, y ya es cosa del pasado. Al no referir nombres, se tiende a generalizar, los datos se confunden, se toman por erróneos, y las lecturas son, ante todo, confusas. El error, por supuesto, fue mío.
La memoria suele ser muy selectiva. Hasta tal punto, que dicha memoria es, en ocasiones, demasiado prudente. Incluso uno es capaz de inventarse un pasado en la NASA, y algunos hinchan sus currículos. Pero yo no soy así. Cierto que, en esa entrada, pequé más de prudente que de preciso; pero la situación no fue tan ilustrada como en la imagen (que no es ella, es una actriz de cine para adultos), y claro, al no ser transparente, procurando ocultar, sobre todo, los datos más íntimos, metí la pata, y ofendí a algunas personas. Bueno, más vale tarde que nunca, dice el refrán.
La vida y la memoria es algo más que el registro de unos hechos, porque, sepamos o no, la memoria, el recuerdo, no siempre es exacto y hay lagunas. En mis Memorabilias, procuro ser exacto, pero siempre se mete la pata, o no es tan preciso como se cree.

domingo, 29 de septiembre de 2013

McFly no era un león

En el año 1995 me dirigía al Cantón de la Avenida de los Toreros, después de tratar de limpiar una calle inmensa que no había por donde cogerla. Como mi trabajo fue infructuoso, me llegué a la hora de la salida, con José Luis, un compañero y amigo, al que despidieron, ese mismo sábado, conmigo. Un despido injusto, porque el encargado, del cual no diré su nombre, me obligó, de mala manera, a regresar a la calle, en vez de llegar a las 13.30, como era obligado.
En un primer momento, me hirvió tanto la sangre que me entró la tentación de cargarme la furgoneta de la empresa a palazo limpio. Pero el encargado aprovechó que le había mandado lejos hacia los detritus y excrementos, que tras ese insulto (ese día me encontraba quemado) salté como un león, pero un león acorralado, cuando no se puede respirar.
Este hecho, que, en un primer momento, puede parecer extraño, fue la gota que colmó el vaso, porque el encargado me pidió que firmara un papel en blanco, al que me negué, y trató de obligarme con maneras aún más primitivas: la violencia y la intimidación. Pero seguí en mis trece, hasta que el encargado me prohibió ir a trabajar, y ordenó cerrarme las puertas. No lo firmé, pero el domingo ni aparecí, hasta que me llamaron para recoger el finiquito, y la indemnización y la documentación del paro.
De todas maneras, mi despido fue injusto, como lo es ahora en tiempos de crisis. Pero nunca me he amedrentado. Por otra parte, esto es agua pasada. Y ahora, los contratados con el contrato indefinido, en la limpieza de las calles del Ayuntamiento, se dedican a pedir un 5% de subida, cuando deberían pedir el doble o óctuple, y, desde luego, que una cantidad tan pequeña de subida es ridícula.
Si se me permitiera viajar en el tiempo, quizás hubiera actuado de otra manera; pero McFly no fue nunca un león. Pero el pasado, en pasado se queda.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Cuando nunca llueve, pero llueve

Me refiero al momento en que la empresa se extingue. Poco después del último día en el que trabajé en el Catering, pasaron los años, y la empresa cambió de nombre tres veces. Eso significa que cambió de propietario esas tres ves, con un convenio muy dudoso. El último nombre debió ser su canto del cisne, porque quedó transformada, en el Barrio del Aeropuerto, en una empresa de alquiler de almacenes o trasteros.
Durante años había odiado a todos aquellos que permanecieron en la misma, mientras a mí, me despidieron sin la oportunidad de defenderme. Sencillamente, después del acoso laboral, me dieron puerta, y acabé con el sistema nervioso destrozado. Me recuperé años después de que se me diagnosticara en el Hospital, en la Planta 8, Psiquiatría, una Esquizofrenia Paranoide hereditaria y crónica. Es posible que, en el pasado no fuera consciente de ello; pero mi odio dejó de aumentar cuando, años después, y ya más talludito, la empresa se había ido al carajo por las dudosas mafias de la misma empresa. La misma mafia que me envió al paro.
Sentí que también despidieran a los empleados sin indemnizaciones durante un par de días; luego me dije, es demasiado tarde, y luego me dije, que si estaban en ese estado se debía, sobre todo, por comportarse, algunos, como unos completos miserables (por no decir algo más gordo que se no se olvida) y me dije: ¡joderos! Por lo menos, a mí me dieron el finiquito y una escasa indemnización; pero esos estúpidos, que me guiñaban el ojo con malicia, se quedaron sin paro y a dos velas. Ya lo dice el refrán: quien ríe el último... 

jueves, 26 de septiembre de 2013

En ocasiones, los delfines no escogen las reglas

Ahora que lo pienso, el encargado del fregadero en el Catering no era un gnomo, era un hobbit pero un hobbit con muy mala baba. Al principio me atendía con cariño, porque mi tío trabajaba como uno de los jefes de cocina, en cocina, que era el departamento que se encontraba abajo. Tuve la suerte de callar que yo conocía a mi tío. Pero el hobbit decidió que, para conocer mejor al equipo del fregadero, consistía en asistir a una cena con todos.
Como siempre he sido susceptible, según el ambiente laboral, de estas situaciones, que son para mí incómodas, alegué que no podía ir, en mi defensa, porque por esos años iba al gimnasio, a aumentar masa y peso, porque parecía demasiado fibroso. No asistí a la cena, y al día siguiente, tuvo lugar una conversación de lo más rara. La transcribo a continuación:
-¿Por qué usted no asistió a la cena?
-No me gustan las cenas.
-Pues a todo el mundo le gustan las cenas.
-En familia; pero decidí ir al gimnasio. Ya se lo dije.
-A mí, usted no me dijo nada.
-¡Pero si se lo comenté ese día, precisamente, que no podía asistir.
-Usted es un malqueda.
-¿Por qué?
-Porque no asistió a la cena con los compañeros.
-Ya le he comunicado que no me gustan las cenas. No me siento cómodo.
-Es usted un malqueda.
-¡Pero si le avisé! (en este momento lo debí ver todo rojo, porque la sangre empezó a hervirme de ira, y la bestia empezaba a despertarse)
-Todos los que no asisten a una cena de trabajo no son buenos trabajadores, y usted es un malqueda.
-Malqueda-repitió el hobbit con mala baba-malqueda.
Miré al diminuto. Durante más de diez minutos hasta llegar a la hora, estuvo repitiéndome eso de "malqueda", hasta que estallé. Y lo dije porque me salió del alma. Ya tuve en el pasado, en otra empresa, lío porque los dos últimos años, no asistí a la cena de Navidad. Ni me cayeron bien los compañeros, ni era mi obligación asistir, teniendo en  cuenta que uno casi me revienta los pulmones con sus manazas, porque ambos teníamos un mal día, y él se pasó con los insultos, hecho que aproveché, no para insultarlo, sino para afilar la lengua y herir con las palabras bien dichas, que duele más. Respondí:
-Yo vengo a trabajar, señor, no a hacer amigos.
El rostro del hobbit parecía un Cubo de Rubik, desordenado y descolorido.Y es que, en ocasiones, los delfines no escogen las reglas. Era un hobbit cojonero.

domingo, 9 de diciembre de 2012

El timo de Sky Chefs

Hace ya tiempo que no pertenezco a ninguna empresa como empleado. Marriott Catering se convirtió en Caterair. Los nuevos propietarios eran holandeses, y no los habían mirado bien los propios empleados, incluyendo a los ejecutivos, que desconfiaban de que su nueva aventura fuera a salir bien. Pero olvidaron que España, en el fondo, es un nido de víboras, muy venenosas y que se carece de la estima necesaria para comprender que las inversiones aquí, sólo promueven abismos ingentes de pérdidas, y un "ladronismo", por parte de los nativos, que no tiene solución.
Sky Chefs es, desde luego, un timo. Basta con ver las pérdidas, y los empleados despedidos en su momento. Entre alguno de los empleados hubo un pescado de difícil asimilación orgánica, porque estaba contaminado. Sumado a esto, la filosofía de comprar materia prima alimentaria de baja calidad, y hacerla pasar por buena. Despidos fulminantes, sin juicio sumario, y con el trabajador sin defensa ni beneficio.
Pero, durante esos años, yo ya no estaba. La empresa había cambiado tanto de nombre, que hasta las pérdidas superaban los cambios. Alguien alargaba la mano, y se llevaba la pasta. Sangrantes cantidades de dinero, y sangrantes despidos. La historia de mi vida, en la carne de los otros, que sé que eso duele, hasta tal punto, que las empresas como estas, son un timo, que, si aparecen en el Times será cuestión de horas de que estos galenos sin licencia se lleven el cadáver vacío y seco.
Dentro de lo que cabe, si cabe y hay sitio, la cuestión es bastante perjudicial. Empresas vampiro que darán sus últimos mordiscos, antes de desaparecer en la nada. Y la nada es un abismo insondable que, con un poco de poesía, se transforma en una pesadilla. Oír para ver.