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jueves, 12 de agosto de 2021

LA INSÍPIDA LEYENDA DEL JOTALCE PARTE I

  Cuando este críptido se ha visto, ha quedado claro que es muy violento. Además de componerse su estructura anatómica por dos orejas puntiagudas y dos círculos inferiores en lugar del trozo de ligamento, el Jotalce se le observa en su rostro de cervato, una cabeza abombada, cerca de los montes del Jeréz, en donde tiende a aparecerse, y mira con rabia a todo aquel que se le acerca.
   También se dedica a violar a las hembras humanas voluptuosas, de tal fortuna que, en ocasiones, le da por atacar, en ciudad, a los tendidos eléctricos y de wifi, provocando estragos y cortocircuitos, de tal fortuna que más de un cazador ha querido y deseado capturar a dicho críptido, voraz, cínico en insensible, al cual le encanta torturar a sus enemigos naturales (no tiene ninguno porque se los inventa en su retorcida cabeza), y se dedica a saltarse las reglas y leyes naturales.
   Una de las horrorosas características del Jotalce consiste en adueñarse del ruido, el escándalo y la morosidad, de la cual no saldrá tan bien parado en el futuro, en donde es posible que no regrese nunca, pues, por su comportamiento, irracional, sectario y a 9 días de su periodo de apareamiento, acaba por torcer la primera a la izquierda, que es de natural.
   

 

viernes, 15 de marzo de 2013

Yggdra ¡sal!

En clase, la profesora de Historia, decidió enseñar algo de Mitología a sus alumnos. En este caso, se decidió por la Mitología Nórdica, y empezó a preguntar por Yggdrasil, el Árbol de la Vida que sostenía los Nueve Mundos, incluyendo Midgard, La Tierra.
Preguntó a uno de sus alumnos más despiertos y avanzados de la clase. Pero este se encontraba algo desconectado. Al escuchar la palabra Yggdrasil, el alumno ya tenía sus dudas, porque todo lo aprendía de memoria; pero, en el interior de su mente había nacido otra pregunta.
-Eduardo, ¿qué sabes de Yggdrasil?-preguntó la Profesora.
Eduardo se hizo de rogar. ¿Qué sabía de Yggdrasil? En cierta manera, nada sabía.
-No lo sé. No me lo han presentado.
A la Profesora se le subieron los colores, quizás de vergüenza ajena, y hasta es posible que el chiste tuviera más de una intención. Pero la clase se carcajeó entera. Incluso el gracioso de turno, por decir algo, porque, de hecho, iba retrasado en las asignaturas, soltó:
-Pues entonces, pide una cita con él. Así plantaréis semillas.
Este comentario, en parte soez, y en parte con demasiadas malas intenciones y con la leche cortada, provocó una nueva tanda de carcajadas, silbidos, y con la Profesora, con ya no sabía como devolver a la clase su seriedad.
-Bueno. Ya está bien. Sigamos con la clase.
Eduardo alzó un brazo, pidiendo el turno para preguntar.
-Sí, Eduardo.
-Es sobre Yggdrasil
-Adelante.
-¿Es un árbol, no?
-Exacto, Eduardo.
-Entonces, ¿quién lo plantó? ¿Porque un árbol tiene que plantarse, desde pequeñito, quién fue el jardinero que lo plantó?
Para esto, la Profesora no tenía palabras. No supo qué responder. Y tuvo que aceptar que tampoco sabía mucho del tema.

jueves, 14 de marzo de 2013

Ocultidades

Buscaba las obras de la filosofía perenne, la sabiduría arcaica que siempre le habían fascinado. Sentía curiosidad, pero también una helada punzada de terror. Obras que, en el pasado, eran peligrosas, pues contenían, y continúan conteniendo todos los saberes que se perdieron; conocimientos que podían ser compatibles con la ciencia actual.
Podía encontrarlas en cualquier libreria; pero como bibliófilo, prefería las obras originales, las primeras ediciones, y los manuscritos del puño y sangre de sus autores, que en su día, se esforzaron, no sólo por conocer la psicología humana, sino también, los difíciles caminos divinos. Amantes de la Madre Primigenia, estas obras casi eran herejías; pero se habían salvado porque coincidían, no con la Iglesia, sino con la naciente ciencia oficial. Ya no quedaban oscuridades.
Soñó, despierto, acariciar esas obras con sus manos. Respirar el papel y el pergamino viejo, que los ácaros no habían podido destruir por los siglos de los siglos. Tocar y acariciar las hojas, arrastrar los dedos como si se tratara de explorar el cuerpo de una hermosa mujer. Redimirse y abatirse entre el placentero pasar de hojas, o leer algunos pasajes que le retrotraían a tiempos, en donde la ingenuidad daba paso al más absoluto arcano.
El precio ya lo llevaba. Quedó con un vendedor que, o conocía sobradamente el precio de los libros, o que, sencillamente, se enriquecería con rapidez, o quizás los vendería como una ganga. Por teléfono, la voz del vendedor se escuchaba prudente. Nadie debería saber sobre que se hablaba, y de qué iba el negocio. Probablemente, la Ley de Murphy acechaba.
-Este canal no es seguro. Hay muchas ofertas, y hasta un comprador puede haber sido asesinado-dijo el vendedor.
-No me importa.
Para él, el saber no ocupaba lugar; pero el saber costaba un precio si se trataba de estas obras. Y si alguien había muerto por ello, el valor, seguramente, se había alzado. Se lo jugó al todo o nada, y convenció al vendedor que quería deshacerse de las obras lo más ágilmente posible. Demasiada agilidad, demasiada rapidez, demasiado miedo.
Cuando tuvo la colección en sus manos, una de las obras (un grimorio) no ocultaba que la sangre se fugaba de sus páginas. Esa misma noche, él había muerto. El saber también era peligroso, y nadie puede huir de ciertas maldiciones.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Beneficios en tiempos difíciles

Se acercó al Rastro con el portafolios en donde transportaba el tesoro que más apreciaba. Un domingo cualquiera, un domingo como los otros. Pero se trataba de un domingo trágico. Fue al Rastro a vender sus monedas.
Se paraba en los puestos y preguntaba:
-¿Le interesa?
-Chico, no hagas tonterías que aquí nos las apañamos para ganarnos la vida. Vete a hacer negocio a otra parte.
No era la primera que le echaban del puesto con cajas destempladas. Más que cajas destempladas, eran cajas resfriadas, porque ya empezaba a sentir el castigo de los domingos invernales y helados por la mañana.
-Le aseguro que esta colección es muy valiosa.
-¡Lárgate!
No parecía tener mucho éxito.
Insistió muchas veces, pero nadie llegaba a un acuerdo con él. Se encontraba desesperado. Incluso recibió un molesto pisotón, hasta tal punto, que ya molestaba por la violencia. Un carterista intentó arrebatarle el portafolios de cuero.
Como no tuvo éxito, él mismo decidió entrar en una tienda de antiguedades. Enseñó las monedas.
-No te puedo pagar mucho-dijo el anticuario-Las monedas no son para tirar cohetes.
El anticuario extrajo unos billetes, le pagó, y dijo:
-Te compraré la colección por partes. ¿Tienes más?
-Sí-asintió él.
-Entonces pásate el próximo domingo. Es posible que tengamos negocio. Si las vendo te pago un diez por ciento.
-Un veinte.
-Bueno, está bien. Un veinte por ciento. Pero ten en cuenta que las venderé fraccionadas. Cada moneda es un valor.
-Comprendo.
Salió de la tienda, con el portafolios de cuero más ligero. Llegó a una esquina. Encontró al carterista, y le golpeó con la piel del portafolios. Luego, salió corriendo, en busca del Metro. Daba la sensación de que el infierno se había desatado, pero con permiso del cielo.

martes, 12 de marzo de 2013

Un ejemplar único

Entró en la librería de libros de segunda mano y usados. Se recorrió todos los anaqueles de volúmenes en rústica y encuadernados en tela, hasta que dio con Zanoni y lo cogió con las manos. Se trataba de un volúmen de tapa dura, con un dibujo de ramas en relieve, y con la tapa roja.
Consultó si tenía la cantidad suficiente para pagarlo; pero también tuvo la infeliz idea de que iba a costar caro. Se acercó al mostrador de la libreria, y le atendió un joven con barba muy poblada y chaqueta de lana.
-¿Cuánto cuesta?-preguntó.
El librero lo consultó por el ordenador. Pasó la barra de registro por el aparato que parecía una pistola ultramoderna, mientras sonaba el pitido, y se dibujaba el precio y la ficha en la pantalla.
-Diez euros.
Buscó en su cartera el tan preciado billete. Bueno, el precio no estaba mal. Por diez euros podía darse con un canto en los dientes. Pero cuando creía que tenía el billete, sólo encontró uno de cinco euros. ¡Qué bochorno, juraría que tenía los diez euros!
-No me llega.
Y con el cuerpo doblado por la pesadumbre se arrastró para salir de la libreria.
-No se vaya, hombre. Olvida que es una libreria de libros usados y de ocasión-insistió el librero barbudo.
-No lo he olvidado; pero si no lo puedo pagar, es una hazaña imposible.
-Regateemos-invitó el librero.
Regresó, con menos cuerpo doblado y casi restablecido.
-Ocho euros.
-¡Hombre, de más cancha! Desde nueve cincuenta.
-Ocho cincuenta.
-Siete cincuenta, y es una ganga.
-No me basta. Seis cincuenta-apremió él al librero.-Además, usted es perro viejo.
-Bueno, cinco cincuenta y ya no bajo más.
-Seis, y no perdemos ambos.
-¿Puede pagar seis euros?
-Precisamente, tengo un euro soltero por ahí.
-Hecho-dijo el librero-Y vuelva otro día. Es divertido hacer negocios con usted.
Y tras despedirse del librero, con el libro en la bolsa, salió más contento que unas castañuelas en misa de las doce del domingo. Había conseguido un ejemplar único. Y en inglés. Merecía la pena.

domingo, 29 de abril de 2012

¿Funcionará?

Primero pensó que el diseño era extraño. Tanta panza en la nave se volvía exagerada. Y luego, los colores. Dos colores básicos que, en el amplio y ancho universo, no significaba nada. ¿Quién los iba a ver? En el oscuro espacio no hay luminosidad. Todo es oscuro. Además, se trataba de una nave semejante a una ballena.
El diseño ya estaba hecho. Sin retroceso alguno. Los técnicos e ingenieros tendrían que utilizar su ingenio para construirla. También pusieron pegas. El diseño, caprichoso y algo retro. Se llevaba lo liso y recto, no lo ahuevado y abombado. Pero el diseñador no se amilanó. Les dio todas las explicaciones para que empezaran a trabajar.
Los ingenieros no se ponían de acuerdo. Es demasiado grande, decían. Seguro que el coste es inmenso. A la Tierra le costará un ojo de la cara. La Confederación Galáctica no la aceptará. Eso al diseñador le daba igual. Ahora el trabajo de los ingenieros consistía en convertirlo en real.
Pasaron un par de meses y no se ponían de acuerdo. Obtuvieron los materiales, pero, ni los fundieron ni los ensamblaron. El proyecto no avanzaba y el diseñador estaba hasta la coronilla de esperar los resultados.
-Tiene de todo. Os quejáis por nada. Es absurdo-les criticó.
Entonces los ingenieros decidieron ponerse manos a la obra. La nave se empezó a construir. Hubo accidentes y mediciones erróneas. Los programas de control por ordenador se confundían. Los de 3D no daban a basto. Se corrigieron con mucha paciencia. Tras construir y supervisar toda la nave se dieron cuenta de que no había salido tan cara.
Construyeron cinco más.
El diseñador había muerto hace siglos.

sábado, 28 de abril de 2012

Fuera del cuadro

El óleo de la pintura del monte o cordillera semejaba un mar embravecido. Cada día que lo completaba le parecía más que una coerdillera una serie de olas que negaban una parte de realidad al cuadro. Llevaba años en que, por lo menos, la tela permitía los colores fríos que le otorgaban una libertad que rozaba con el misticismo.
Se trataba del Himalaya.
No estuvo allí y se inspiré en una antigua fotografía, que le sirvió de modelo. La elección de los colores no fue arbitraria. Cuando llegó el momento, en la exposición, comentó que dio vida a la fotografía buscando colores etéreos, hasta el punto que parecía irreal o soñado.
Todos los curiosos y visitantes aplaudieron la obra. Más que una cordillera era un mar, olas enfrentadas y un largo etcétera de fantasía. La cordillera luchando por las formas y su majestad. Un enfrentamiento natural, y la luna, pequeñita, observándolo todo, como una guardiana pasiva.

viernes, 27 de abril de 2012

En el templo

Primero pensó, o se preguntó, si el templo se podía "contemplar". Le avisaron que, para entrar en el templo era necesario quitarse los zapatos, por respeto al Buda. De otra manera, sería un insulto, y los monjes no estaban para conflictos de carácter diplomático. Hizo caso.
Entró en el templo. Olía a incienso y otras especias difíciles de deducir. En otras ocasiones, el templo no respiraba así. Hubo días en que sólo era el templo y los turistas. Incluso llegó a pensar que algo se llevaban los monjes. Pero los monjes no eran el estado chino.
Le impresionó el diseño exterior del templo. Al parecer, en invierno se podían observar las manos del Buda, cuando el sol acariciaba los tejados con una luz que alcanzaba el misticismo. Tuvo suerte de que permitieran hacer fotografías. Por lo menos, a los turistas no les pasaba nada. Luego, se preguntó si ya era hora de finalizar la visita, y regresar a Hong Kong, poco antes de la noche.
De todas maneras, no sólo fue a China buscando templos. Quería descansar de la oficina en Hong Kong, en donde todo estaba calculado. Menos daba un fin de semana

jueves, 26 de abril de 2012

Peregrino en los hielos

El inmenso monasterio se presentó a sus ojos. Pero no era su objetivo. Quería subir al Tibet. La dificultad de visitar el monasterio se debía a las autoridades chinas. Un tira y afloja de marcado carácter político. Un pulso por el poder religioso y por el poder mundial basado en la aniquilación del individuo y de sus libertades.
Intentó ir al templo pero no le dejaron pasar. Estaba prohibido y un par de soldados del poderoso ejército chino le impidió la entrada. Se presentó como europeo. Fue del todo inútil. Europeo o no, no pasaría al templo. Le comunicaron que se necesitaba un permiso especial que las autoridades chinas otorgaban después de un largo periodo de tiempo. Eso podía significar meses o años. Normalmente consistía en un mes, pero las autoridades chinas desconfiaban de los turistas y de los investigadores y, sobre todo, de los peregrinos.
Se quedó en la puerta, esperando, y los soldados permanecieron en silencio como delgados Budas. No emitieron sonidos, pero en sus rostros se reflejaba la desaprobación. ¿Para esto se había tragado miles de kilómetros? Anochecía y decidió refugiarse en las casas de la aldea. Descendió amoscado. Mañana contrataría unos guías sherpa para subir el Tibet o al Himalaya. En ambos casos, la meta no cambia y es la misma.

miércoles, 25 de abril de 2012

El alquimista y su tejado

Después de tantos años la había encontrado. Ciertamente, no buscaba oro; pero sí al principio, hasta que averiguó que él hacia tiempo que se buscaba a sí mismo. Años y años para dar con la Piedra, con la Lapis Philosopharum. Años de estudio, de experimento en los viejos manuscritos, desentrañando, si era posible, todos los enigmas. Y, por fin, había dado con ella.
Sus pulmones habían respirado el mercurio y los gases letales. Encerrado en su laboratorio, tenía que reparar el tejado de su casa, pero nunca lo hacía. Inmerso en sus investigaciones, penetraba el agua y el frío. No le importaba. En invierno se moría de frío y en verano se asaba de calor. Continuaba con la búsqueda. Repitió el experimento millones de veces, una tras otra, tomando notas y estudiando los códice alquímicos; pero no reparaba el tejado.
Su dedicación era tan extrema que apenas salía para comprar comida. Enviaba a otros; pero el tejado sin reparar. Hasta que dio con la Piedra, después de cuarenta años, y decidió que la hora de reparar el tejado había llegado.
Cuando llegó el momento, las tejas estaban tan dañadas que, el alquimista, tras apoderarse de la Piedra: ya conocía el secreto de su fabricación. Salió de casa, y justo cuando el furgón de las obras, y al recibirlo, un viento pesado aplastó el tejado, y la ruina llegó a la casa. Todo se llenó de escombros, la debilidad de las vigas. El laboratorio se presentó al exterior.
Los operarios se quedaron sorprendidos. ¿Qué rayos era eso?
Entonces, el alquimista pidió una vara de acero, acercó la Piedra, el metal vibró, casi se deshizo en las manos, y se reconvirtió en oro.
-¿Cuánto tardarán en repararlo?-preguntó.
-Ya mismo, si nos da la Piedra-sentenció el operario, con avaricia en la mirada.
Entonces, el alquimista, se guardó la Piedra.
-¿Qué Piedra? Hay oro.
-¡La Piedra!-gritó el operario.
Y el alquimista buscó en el otro bolsillo una piedra semejante. Se la entregó.
-Pero hagan el trabajo.
-Nunca, viejo loco.
Y el furgón salió escopetado mientras explotaba en un millón de fuegos artificiales.
-La avaricia es mala consejera-dijo en alto el alquimista.
Apretó la Piedra auténtica en sus manos.

martes, 24 de abril de 2012

Un final

Proclamaba el fin del mundo en todas las televisiones. Decía que era el final de una era y el inicio de otra. También, que el fin estaba cerca, y que una colisión aún más tremenda que la extinción de los dinosaurios estaba a punto de completarse. Mientras cogía el micrófono con la mano derecha, con la izquierda se secaba el sudor de la frente.
Todo el público enloquecía viendo al predicador proclamando una nueva era en donde seríamos juzgados por el Espíritu Santo. Conocía los secretos para que los feligreses, en comunión con su discurso, lograran hacerle caso.
Se llevó varias veces la mano al pecho. Sentía un tirón en los pulmones y el corazón. Llegó hasta la mitad del escenario. Gritó ¡arrepentíos! y algo sobre las heridas de Jesucristo. Tomó aire, y el sonido del oxígeno hacia los pulmones se le antojó el aire entre una cañería de latón oxidada. Tosió un poco. Un esputo amarillento cayó al suelo.
Poco antes de caer, un último dolor le dejó seco en el escenario. Perdió la color, como una muestra del rostro pálido y lívido, y se derrumbó en la tarima como un saco de ladrillos. Había llegado su final. Todo el mundo se silenció. Los feligreses no sabían que pensar. Hasta que uno gritó: ¡Se ha salvado, se ha salvado, alabado sea Dios! Y todos repitieron al unísono, la misma letanía.

lunes, 23 de abril de 2012

Hojas antiguas


El deterioro, la manifestación de libros que se han leído infinidad de veces, que te han acompañado desde siempre, y la sensación de que no hay abandono. En las tripas del desván o del sótano, donde hay recuerdos y memorias. Los lomos ajados y rotos y ese olor a polvo y a ácaros, en el cual, las palabras descansan, y no se alteran, pero permanecen. He ahí, sin duda, la ocasión en que el significado lo agrega el lector, en el cual, sin ninguna duda, depende de él interpretar los signos y los símbolos.
Allí encontró su manera de buscar de ver el mundo, o de relacionarlo, de buscar, desde luego, la manera de comprender un universo ilimitado, o con los límites poco nítidos. Las líneas que otros escribieron antes, el teclado o la mano, o la estilográfica del pensamiento. Y la búsqueda del universo propio, de las propias palabras en textos antiguos, en donde, por lo menos, queda la interpretación de las hojas antiguas.
Abrió los libros y se dio cuenta de que no todo estaba escrito. Quedaba por escribir su vida. Una vida que empezó hace tiempo, en los libros.

domingo, 22 de abril de 2012

Caída libre

Aceleró la velocidad. Aumentó la rapidez de la marcha. Quiso saltar y no pudo. El vehículo saltó al vacío. El final se acercaba. Por suerte, el barranco no era muy amplio. Cuando llegó abajo pudo salir del coche. Estaba magullado y aturdido. Por un poco no había perdido la vida. La razón del salto se debió a que no apreciaba su vida, o quizás, su realidad. La realidad de que nada tenía o nada le quedaba.

sábado, 21 de abril de 2012

Mas allá del pensamiento

El diseño de la nave no dejaba lugar a las dudas. Funcionaba merced a la antimateria utilizándola como energía, pero no dejaba de ser un proyecto. Salió de su lápiz y de las tintas de colores como una visión. Por lo menos, para mejorar el mundo. En cada momento de su inspiración la nave cobraba vida en el gélido blanco del folio. Le decían que tenía mucho imaginación. No eran palabras de recibo. Imaginación tenía mucha, desde que era un crío. Por eso decidió ser ilustrador. Le dejaba lo justo para vivir, pero debía vender su trabajo a muchas editoriales. Había ganado algunos premios, y eso no quitaba que le entusiasmara dibujar bocetos por su cuenta. Ahora le había dado por las naves espaciales, eso era todo.
Cuando obtuvo varios bocetos se dijo que lo mejor era explotarlos. Por ejemplo, sacar partido de su arte. Su docuementación era extensa y basada en los principios científicos. No dejaba nada al azar, y eso se notaba en el instante. Los bocetos se convertían en familiares que lo acompañaban.
En la exposición que le encargaron tomó la decisión de exponer sus bocetos. El comisario dio su visgto bueno, pero ganó la perplejidad de las personas que acudían a la misma. Se quedaban extrañados. No era su trabajo habitual. No a los que les tenía acostumbrados y, sin embargo, denotaba calidad. Una calidad extraordinaria. Las naves eran curiosas, incluso, en estos casos, cercanas. Se podía tocar el cielo.
Al final, se preguntaron muchas cosas. La semana se llenó de visitantes. El comisario decidió vender bocetos originales. El ilustrador tuvo que crearlos sobre la marcha. Y firmarlos. Con la venta se sacaba un buen pellizco. Luego, olvidó su obsesión por dibujar naves espaciales, y regresó a sus ilustraciones de fantasía. Nunca olvidó sus orígenes.

viernes, 20 de abril de 2012

Alta velocidad

El vehículo salió a más de ciento ochenta kilómetros. Los agentes se alarmaron y decidieron perseguirlo. Cuando llegó el momento, la carrera se extendió a la autopista, provocando un caos exuberante. De hecho, los demás conductores se preocuparon. No habían visto nunca un vehículo así, y de una rapidez cegadora. Incluso su diseño chocaba.
Desde los coches de la Policía se le pidió al piloto que frenara. Hizo oídos sordos, hasta el punto que aumentó la velocidad tres veces. Parecía un rayo negro que ennegrecía todo su paso. Un camión colisionó con un tráiler que se chocó contra un Mercedes que dio contra un vehículo de alta gama, que golpeó un autobús escolar. La autopista se había desequilibrado.
El vehículo siguió su carrera. No frenaba. El caos se transformó en mortal. En las noticias, unas doscientas muertes. ¿Quién era el piloto del misterioso automóvil? Se le vio en otras carreteras, en otras autopistas con el mismo resultado. La Policía no dio con él. Sus pesquisas no dieron resultado.
Es posible que el automóvil misterioso hubiera dirigido su carrera mortal hasta el infierno, si hay un infierno para este mensajero de la muerte.

jueves, 19 de abril de 2012

Una visión

El sueño fue muy vivo. Aún se sorprendía de la belleza de la tierra roja, el color sangriento de la tierra, la sensación de que parecía un mundo soñado; pero había lagos y agua. Extraño porque el agua se encontraba dentro y no fuera. Los edificios en forma de cráteres levantados, y el cielo rojo. Era Marte, sin duda, pero un Marte idealizado, en donde se podía respirar. Y una luna que parecía un planeta.

miércoles, 18 de abril de 2012

Cegado por el sol

-No lo mires de frente. Ponte gafas-le aconsejó su madre.
El Sol siempre le había fascinado. No sólo por su significado, sino, sobre todo, por la belleza que hacía la luz a la hora de reflejar las proporciones y las formas.
-Algún día te quedará ciego.
El nuevo aviso no le pilló desprevenido. Hasta ese momento, el Sol, no le molestaba. Pero le seducía y le fascinaba. Una fascinación enfermiza.
-¡Las gafas!
También recordó una leyenda. Un héroe quería hablar con el Sol, para seducir a su futura esposa; pero éste se quedó ciego, cuando quiso platicar frente a frente. Al final, lo perdió todo, y ganó la ceguera. Pero eso no significa que lo abandonara, sino que la unión se retrasó un poco.
Por su parte, él quería hablar con el sol, como el héroe de la leyenda. O acercarse con una nave hacia allí, como Ícaro. Pero Ícaro fue demasiado orgulloso. Al final, se puso las gafas. Carecía de la madera del héroe, pero su actitud era más prudente. Su madre se alegró. Pero no disminuyó su fascinación por el Astro Rey.

martes, 17 de abril de 2012

Cuestión de gustos

No se trataba de una de sus actrices favoritas. Menos daba una piedra.  Se habían citado durante el estreno para ver la película. Pero, ni por esas, la actriz, durante la interpretación le sorprendió.
En cambio, su pareja, se encontraba entusiasmada. Encantada de haberse conocido y disfrutaba con la cinta. Ignoró sus pretensiones de caricias, o algún intento de abrazo. Ella le amonestó:
-Déjame, no ves que estoy viendo la película.
La frustración fue en aumento. Él aprovechó para, en este caso, concentrarse en la actriz. Por lo menos, era más atractiva que su pareja. Para eso, había razones de sobra. Pasó las dos horas siguiendo a la actriz, apreciando sus gestos, sus ojos y sus maneras. Un modo de ser infiel en dónde el único testigo era él como espectador, y los demás no contaban.
Al terminar la película se sintió desolado. Esperó el final de los títulos de crédito mientras su pareja lo había olvidado. Al salir del cine, ella le esperaba:
-¿Qué hacías dentro? Has tardado mucho.
-Nada.
 Y ella le cogió del brazo.
-No quería ser tan brusca.
-Yo, tampoco.
-¿Te ha gustado la película?
-mmm... sí.
Con esta respuesta ya tenía tema para parte de la noche. No olvidaba el acuerdo secreto entre la actriz, aquella tarde en el cine, en la pantalla grande. Así son los sueños.

lunes, 16 de abril de 2012

Un hombre de su tiempo

Vamos a la catedral, le dijo su mujer. Él prefería el centro comercial. Era un hombre de su tiempo, y no necesitaba saber nada de reliquias. En este caso, aceptó por cortesía, pero ni por esas le apasionaban las catedrales. Además, él las llamaba "reliquias del pasado", para su mujer eran otra cosa, porque siempre se perdía de vista. Hasta que un día la vio besarse con otro hombre. No daba crédito a lo que veía. Lo más seguro es que fuese algún vapor del vino, o del almuerzo. Al regresar se confirmó cuando ella le pidió el divorcio, y gran parte de su fortuna.


domingo, 15 de abril de 2012

Último vuelo

Anochecía, y la ciudad se troquelaba en un relieve misterioso. Llegó en el coche agotado, después de llevar en la carretera cerca de cinco o seis horas. El Puente de Brooklyn destacaba entre toda la construcción. Por la noche, el tráfico había aumentado. Ahora quedaba buscar un hotel o alguna pensión. Lo veía difícil. Además, sólo estaría un día. Por la mañana tenía que presentarse en el JFK para ir a España, y debía presentar los últimos informes de la empresa, y los resultados de las ventas, y pasar la aduana, con la pregunta de siempre: ¿Viene de turismo o de trabajo? y si se iba, lo mismo.
No era la primera vez que se la hacían. Regresaba cinco o seis meses después, y el trámite era semejante. De alguna manera, había que responder que venía de vacaciones, o, de lo contrario, si respondía por trabajo, empezaban a sospechar, y le enviaban de nuevo a España. Ya le sucedió a un colega de él, y el asunto pintó mal. Seguridad empezó a sospechar de él, y tuvo suerte de no perder el trabajo. De hecho, creían que se trataba de un terrorista. El miedo es real pero, en ocasiones, muy absurdo.
Por suerte, era su último vuelo. Dentro de un par de meses se jubilaba, y podría disfrutar de su familia, en compañía, y de un ocio prolongado. Estaba harto de tanto viaje.