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martes, 25 de enero de 2011

Desmontando a Tarzán


Edgar Rice Burroughs cuando creó a Tarzán, no debió informarse sobre el hecho de que Lord Greystoke, Rey de los Monos, o de la Jungla, y no tuvo en cuenta que, se ha demostrado científicamente, y hay pruebas, de que un humano, criado entre gorilas, o entre lobos, pierde por completo su identidad. Esto es, toma otra identidad que desdibuja su humanidad, hasta perderla por completo.

Burroughs se basó en el buen salvaje de Voltaire y de algunos filósofos del Siglo de las Luces, con tan poco acierto, que creó una ficción que ha trascendido; pero no hasta el punto de ofrecerla edulcorada con rasgos románticos y aventureros. Tarzán, en todas las novelas de la serie, es el justiciero, el vengador, el monarca y el dueño o propietario de toda la jungla. Ignora Burroughs que, en situaciones tan disparatadas como las que protagoniza Tarzán, el auténtico Tarzán, lo más seguro es que esté fecundando gorilas hembras, que dedicarse a salvar su territorio de adopción. Conste que no quito dignidad al Rey de los Monos o de la Selva (sustituyendo al voraz y depredador león); pero Burroughs se deja llevar por su imaginación, y pasa por alto datos que desmontarían el mito del mismo Tarzán-que aparece reflejado fielmente, aunque con dudosas expectativas narrativas, en la película Greystoke, La Leyenda de Tarzán de los Monos, de los años 80-; ni Tarzán es tan civilizado, ni podría hablar, puesto que ha heredado las maneras simiescas, y desde luego, no funcionaría como personaje, si no llega a ser por la genialidad de Rice Burroughs, que lo creó. Pero, no nos engañemos, la ficción es para soñar, y nadie ha decidido sobre nuestros pensamientos; sí, por nuestra imaginación. Y es que, para adorar la ficción, hay que aceptar el contrato de la misma, para disfrutar. ¿Tarzán civilizado? ¿Tarzán salvaje? ¿Y si ambas cosas son incompatibles?


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