David-El se encontraba entre los anaqueles de la Biblioteca acometiéndose en la tarea de colocar los fondos literarios en su sitio. Se sorprendió de que los fondos siempre se renovaran, para no perder la riqueza publicada y cultural. En Recepción esperaba Kiara, mientras hacía buenas migas con uno de los Jefes (dos mujeres y un hombre) hablando de literatura o de cualquier tema que se precie o postule o se tercie.
-Creo que casi no se tiene en cuenta-explicaba Kiara-que, en el momento en que un escritor decide ocultar su obra, se vuelve un tesoro para los lectores.
-Eso es cierto-contestó Mario, uno de los Jefes-y esa obra, al ser destruida se pierde. Es lo mismo que intentó Kafka. Ordenó a Broch, su amigo de toda la vida destruir toda su obra. Fue infiel a su promesa, pero salvó la obra de Kafka, que siempre pensó que lo escrito no merecía la pena.
Empezó a sonar el teléfono con insistencia.
Julián, uno de los bibliotecarios, sordo de un oído, pero educado como él solo, se apoderó del auricular:
-Biblioteca Gloria Fuertes, ¿qué desea? Está ocupado.
Kiara se olió algo sospechoso, y señaló que le pasaran el aparato. Julián accedió, pero se sintió molesto por la autoridad de Kiara, que no trabajaba allí.
-¿Quién es usted?
-Quien sea yo no importa. Busco a David L. Lois. Es una cuestión de seguridad.
-Yo soy su cuestión de seguridad. Si desea algo me informa a mí.
Al otro lado de la línea, se colgó.
David-El permanecía ordenado los libros, mientras silbaba la banda sonora de Superman. Hasta que un cosquilleo de la vibración del móvil lo desconcertó. Pocas personas tenían su número: sus tíos, sus primos, su abuelos, su padre y su madre, y algún que otro amigo. Y, además, por seguridad, no aceptaba que lo llamaran al trabajo. Su sospecha se convirtió en doble.
-¿Quién es?
-Quien yo sea no importa. ¿Es usted David L. Lois?
-Que le importa, insolente.
-Mucho-dijo la voz-sobre todo porque tengo unas imágenes en mi poder que a Rubalcaba 35º le van a encantar. De hecho, si lo sabe, le hará la vida imposible. Es una cuestión de seguridad.
-¿Qué imágenes?
-Flyin´n da sky...-canturreó la voz-¿Es un pájaro, es un avión, es...?
-Vale, no siga.-y David-El se concentró en el ambiente del interior. Desde el fondo del auricular escuchaba música, choque de bebidas, y su Don de superoído. Una discoteca o algún antro.-Está bien, ¿cuánto es el precio?
-Diez mil eurocards.
-¡Está loco, nadie tiene esa cantidad! ¡Está majareta perdío!-gritó David-El. Se lo oyó en todo el Centro Cultural.
-Como está la juventud de ahora-comentó un anciano-en mis tiempos no gritábamos tanto. Qué escándalo.
-Está bien. Iré a buscarle-dijo David-El.
Excusóse ante Kiara y compañeros y Jefes, y salió rápidamente del Centro Cultural. Dijo que tenía que ir al baño, con retortijones en los intestinos. Y de un saltó estuvo en el cielo de Madrid, volando, y no discretamente. Un niño pequeño comentó, al verlo planear:
-Mira mamá, un hombre volando. ¿Los hombres volamos, mamá?
-Niño, no digas tonterías. Aquí el único que vuela es tu padre, que, desde el divorcio no veo un euro.
El niño se calló, sin entender demasiado; pero sonrió al conocer que su padre volaba.
David-El aterrizó a trastabillazos, y se golpeó con la pared de la calle, en el edificio donde pudo escuchar la música y el ambiente. Se había vuelto a quedar sin aire. Esquirlas en los ladrillos, y un boquete ligero en la pared.
Los de seguridad iban a decirle algo; pero el silencio fue la única respuesta, el único mensaje.
-Voy a entrar.
Ninguno lo frenó.
Poco después salía con un paquete en la mano. Un tipo que, como una sabandija, se retorcía llorando y gimiendo:
-No me haga nada, por favor, no me haga daño. Tome.
Y la sabandija que, por cierto, dudo que giman y lloren o griten, le pasó los discos con sus movimientos grabados.
-No está bien chantajear a las personas. No es ético. ¿Cómo consiguió mi móvil?
-Los Rubalcaba. Me pagaron.
-Y eres tan estúpido que no te guardaste las espaldas.
-Ellos sólo tienen tú móvil. Los demás accesos están truncados. Creo que lo han llevado a cabo las Corporaciones Wayne.
-¿Corporaciones Wayne?
-¿No lo sabe? Las Corporaciones Wayne son sus avales. Es un intocable, y los Rubalcaba no pueden acceder a sus bancos de datos, porque están blindados. Yo soy un mensajero, nada más. ¿Me suelta?
-No. Ahora te llevo a la Policía.
-La Policía, no. Les pagan el sueldo los Rubalcaba. Además está el Ejército. No, a la Policía, no.
-Entonces, te vienes conmigo.
-¿Adónde?
-Ya lo verás.
Y David-El saltó y se elevó hacía el cielo de Madrid. Aterrizó, con un poco de rígida delicadeza, en la Biblioteca. Llamó a Kiara, y le dijo:
-Kiara, mira qué puedes hacer con él. Y toma.-y le pasó los cedés grabados.-Es informático.
-¿El chantajista?
-Euh.., sí-respondió David-El-¿cómo lo sabes?
-Lo sospechaba. ¿Qué tal los intestinos?
-¡Funcionando!
Y David-El regresó a sus obligaciones.
Mario comentó:
-Últimamente, este chico hace cosas muy extrañas.
-Y más que hará-terció Kiara-por el bien común. Ha de forjarse su propio futuro.
Mario no pudo descifrar nunca estas palabras.
De momento.
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