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sábado, 22 de enero de 2011

Una estrella en la memoria


No hay cosa más absurda que el olvido. Por suerte, sin el mismo, no existirían personas que nos recordasen a los que ya no están. Por otra parte, olvidar es necesario; pero no olvidarlo todo. Es necesario tenerlo presente, aunque dicha persona no ocupe el lugar en el lecho, en el pupitre, o en el trabajo. El olvido es la antesala para evitar que los errores nunca se repitan. Pero, también es cierto que, la memoria evita cometerlos. Por eso, hemos de recordar que, a pesar del abandono físico queda la memoria. Una memoria que siempre la recordaremos, por los buenos ratos pasados, momentos especiales y/o dolorosos o menos/más apasionados. Uno de los defectos es olvidar para no sufrir, y esto se ha cumplido, casi, a lo largo de mi existencia. Olvido el dolor causado por mis enemigos, que, sé, ahora, con la crisis, que lo estarán pasando peor que yo. Tienen otras cosas de que ocuparse; ya intentaron acabar con mi salud (lo consiguieron), pero, como el proverbio árabe: los djinns arrebataron mi vida, pero no corrompieron mi alma (léase: espíritu); y eso es lo único que no pudieron atrapar, mi espíritu. De hecho, a estos enemigos, hace tiempo que pertenecen a las brumas del pasado, y sus rostros se han borrado. Quedan, sin embargo, las dolorosas huellas de su inquina, en donde, lo que se aposenta, es el sufrimiento infligido. Pero, bueno, también son meras caricaturas de una maldad semejante a las pataletas de un crío al no recibir su regalo o premio. Pero los estaré vigilando... ¡Lástima que Marilyn no pudiera salvarse de las inquinas de los poderosos!

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