Entradas Universales

miércoles, 12 de enero de 2011

En la Caverna


Hubo una época, cuando , en la adolescencia, me dedicaba a ir a la Biblioteca del Instituto. Me sucedió mucho en el Politécnico Rubén Darío de San Sebastián. por cierto, que tuve un solo amigo, porque el resto no se lo merecía, siempre dispuestos a hacerme la vida imposible. De ahí, que, en ocasiones, me dedicara a ir a la biblioteca, pero pocas veces; en ocasiones, hacía pellas, y me dedicaba a caminar, desde muy de mañana, por las calles de Sanse y Alcobendas. Después de todo, he demostrado muchas veces que, para los trabajos manuales, soy un negado; mas la convivencia conmigo era muy difícil, aunque era muy extrovertido. Jamás comprendí porque los compañeros de clase (hubo un gracioso que lo expulsó de clase el profesor de Matemáticas, cuando nos empezó por aleccionar acerca de nuestro futuro, y de la India, y la pobreza. Por cierto, el gracioso era muy agudo formando palabras, pero de escaso cerebro a la hora de soltar la lengua) se me tían conmigo. Sí recuerdo a uno semejante a un simio, musculoso y deforme, siempre haciendo perrerías, y no sólo a mí. Eso sí, se compinchaba con los populares de la clase, quizás para demostrar que pertenecía a un grupo gregario, y que, de adulto, lo más seguro es que siguiera a algún líder hacía la bancarrota. La suerte la tuve en que caí bien a los profesores. Excepto al de delineación o Dibujo Lineal que, por sólo ir retrasado en clase (la asignatura me provocaba terror y me aburría hasta el hartazgo) decidí no presentarme más. En esos años tuve suerte, porque hablé claramente con él. Suspéndame todo el curso, porque ya no vengo más. Me replicó que eso era imposible, y que quedaría expedientado. Le dije que adelante, pero que no venía más. Se quedó en silencio, sin tomarme en serio, hasta que no aparecí en los ocho meses siguientes. En cambio, me dediqué a leer en le Biblioteca del Instituto. Era bastante pequeña, daba risa, y, además, me ocultaba de los pelmazos y pesados. Lo que sí hice, fue conocer Sanse y Alcobendas y alrededores, en mis solitarias escapadas, además de frecuentar los distintos kioscos de los distritos. Y soportar que me llamaran "pastor de ovejas" por ser de Barajas. Luego, resultó que el pasado de Sanse era más rústico que el nuestro. Por una parte me alegro que Sanse o Alcobendas carezcan de aeropuerto. Nunca llegó su progreso a tamaño extremo.

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