Kiara descendió a un alto edificio plateado semejante a una aguja. David-El no dejaba se sangrar. Lo peor no eran las heridas; lo peor se trataba de la sangre, que había cubierto toda la camisa, y estaba agujereada por todas partes, como un colador. David-El temblaba por la fiebre, y tiritaba porque la vida se le desvanecía.
Un hombre corpulento, de cráneo pelado, pero de barba plateada la esperaba, pero con los ojos encendidos de una furia interior que Kiara conocía demasiado bien. El hombre mostraba su mal humor siempre que tenía ocasión. Un malhumor explosivo, pero gratificante.
-Doctor Eckman, le traigo a un herido-dijo Kiara.
-¡Buenas tardes, imbécil! Primero se saluda-observó el despojo ensangrentado de David-El-Otro kryptoniano gilipollas. Me váis a matar a disgustos, idiotas. Anda, pásalo, y lárgate.
-No-negó Kiara-Le haré compañía.
-Tú misma, Kiara. Rápido. No te quedes ahí como una idiota.
El laboratorio de Andrei Eckman estaba limpio. Eckman buscó unas tijeras y le dijo a Kiara:
-Desnúdalo mientras preparo el quirófano.
Kiara tenía un pero, que calló inmediatamente, porque Doc Eckman salió de la habitación como un trueno. Al principio dudó. A una llamada de Doc Eckman, esta cortó por completo la ropa, hasta dejar desnudo a David-El. Estás bien armado, pensó.
-¿Has acabado ya, ...estúpida? Vamos, levántalo y deposítalo en la cama para sacar hologramas internos. Veamos por donde sangra el capullo éste. ¡Por Dios, podías haberlo limpiado un poco, este equipo cuesta un ojo de la cara en el mercado clandestino!
-No diga usted tonterías, Dr Eckman. Sabe muy bien de donde sale el dinero para sus equipos.
Doc Eckman silenció su mal humor.
-Está bien.
En la pantalla holográfica, Doc Eckman observó que había alojados en el cuerpo de David-El unos ochocientos proyectiles. Uno casi llegaba al corazón. El resto sólo se trataban de heridas superficiales. Ningún proyectil dio en hueso o en órgano.
-Creía que iba a ser peor. ¿Dónde los cazó?
-En una emboscada de las Fuerzas Rubalcaba.
-¡Hijos de...! Ahora la toman con los kryptonianos. Mi esposa fue kryptoniana y la mataron. Ibamos a tener una hija. ¡Cabritos, desgraciados! Kiara, llévalo al baño desinfectante. Antes de operar, hay que limpiar las heridas.
El baño desinfectante era una pila con depuradora. Al llenarse de sangre, esta se vacíaba automáticamente, mientras despedía un fuerte olor a alcohol 98º, y las heridas quedaban limpias de una manera rápida e higiénica.
-Ahora lo pondremos en el cirubot (robot cirujano); en unos minutos, esos ochocientos proyectiles saldrán fuera-predijo Doc Eckman- Y no mires. No habrá escabechina, pero no es agradable ver como sangra de nuevo. El cirubot le incorporará suero con una vía, y le repondrá la sangre perdida kryptoniana.
-¿Hay plasma kryptoniano?-preguntó, ingenua, Kiara.
-Claro que sí, de la Corporación Wayne. Es un mercado libre. A veces pareces tonta, Kiara. Vamos, dejemos trabajar al robot. Sólo nos queda esperar.
Ambos salieron al ático. El cielo rojo no daba buena sensación.
-Recuerdo cuando el cielo era azul, Kiara. Eran buenos tiempos. No existía la falta de libertad. ¿Sabes porqué el cielo es rojo, Kiara?
Kiara desconocía la razón, porque nunca se lo había preguntado. Lo daba por supuesto.
-Los Rubalcaba nos están cobrando el oxígeno. Es como quitan la libertad estos cabritos. Les encanta prohibir y cobrar. Son prostitutas de alto nivel, pero con el juego de la política. Pero estas prostitutas están casadas con el poder. Ignoras que en los otros países, el cielo es albiceleste y cristalino. Aquí es una mierda que no deja de sangrar.-consultó su reloj atómico de mano-Ve a buscarlo. Ya estará en la cama. No hables mucho. Ahora estará sintiendo un horrible dolor de cabeza por la transfusión de plasma.
-Gracias, Doc Eckman.
-Vete, déjame solo con mi dolor. Como me recuerda este joven a mi mujer. ¡Malditos Rubalcaba!
Y Kiara se presentó ante David-El. Este dormía con un puño cerrado. Kiara abrió el puño, y se cayó con un tintineo el símbolo en relieve de la Familia El, La "S" tan famosa, como maldita para David-El, que casi estuvo a punto de perder la vida. Kiara cogió el relieve troquelado, y lo guardó en mueblebot. Acarició el rubio cabello ensortijado. Sin gafas, parecía distinto, pensó Kiara.
Atrapó la otra mano, y dijo, aún un poco gimoteando, por las circunstancias:
-Ha sido culpa mía. Te he fallado, David-El.
Doc Eckman se había quedado en la puerta. Y comprendió que había salvado la vida a alguien destinado a la leyenda.
-Segundo Strike, niña. Al tercero es posible que se quede fuera de juego.
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