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jueves, 20 de enero de 2011

Strike! ¡EMBOSCADA!


Los días en la Biblioteca eran muy largos para todos los empleados. Los turnos se prolongaban hasta las doce de la noche, para retornar al día siguiente, a las ocho de la mañana, e ir preparando los ordenadores, y revisando los programas, ambos, algo obsoletos, pero funcionando a la perfección.

El viernes, el último día de la semana, Mario había comentado porqué no darse un capricho y probar algo de kebab o durum, y alguna hamburguesa. En la cafetería apenas quedaba género, y no llegaría hasta el lunes de la semana siguiente, entre riesgos y accidentes.

David-El se ofreció voluntario. Kiara, presente, le pidió que tuviese cuidado. Se lo ordenó:

-Vete y regresa volando, David.

-¡Qué graciosa!-pero le agradeció que no utilizara su apellido kryptoniano.

-Está bien-continuó David-El-, tres kebab, un durum, tres BK XXL, y un menú de comida china. Ya, ni del jamón serrano, ni hablamos-y, tras estas palabras, David-El cogió una bolsa, y salió al exterior.

Kiara lo observó desde la Biblioteca. Ten cuidado, pensó.

Las palabras de Kiara no llegaron a ser escuchadas. Las Fuerzas Rubalcaba se habían extendido en toda la Avenida Lenin (antes Avenida de Logroño), y los soldados informaban.

-El pájaro ha volado, literalmente, señor-informó el soldado.

-Bien, soldado-dijo el Comandante-preparen las balas de kryptonita.

David-El había cometido la imprudencia de volar, desde los Coronales, sin ocultar su silueta en el cielo, aún rojo y extraño.

-¿Funcionará, señor?-preguntó el soldado.

-Mire, soldado, no pregunte, o me veré obligado a un juicio sumarísimo.

Las Fuerzas Rubalcaba observaron el vuelo hiperveloz de David-El. En Barajas, David-El compró la comida, en un par de horas. Luego, regresó planeando hasta encima del trayecto de la Avenida Lenin. Se encontraba tranquilo y relajado.

Entonces, proyectiles esmeralda surcaron el cielo, y penetraron la piel de Davis-El. Al principio, nuestro héroe sintió picazones, como de agujas finísimas, y luego, como le fallaban las fuerzas. Había caído en una emboscada, muy bien planeada, hasta el punto que el plan, de tan sencillo, carecía de fisuras.

David-El fue perdiendo fuerzas, pero logró maniobrar hasta caer, sangrante y malherido en la puerta. Kiara se acercó, alarmada. Agarró la bolsa, y lo ayudó a subir.

Mario, en la Biblioteca, al ver al sangrante David-El, comentó:

-¿Pero qué te ha pasado muchacho?

David-El se desmayó. Había perdido mucha sangre.

-Una emboscada... de... las Fuerzas... Ru... bal... caba.-fueron las últimas palabras.

-Hay que llevarlo al hospital-dijo Pili-Cuánto antes, mejor.

-Imposible. Necesita que lo vea Doc Eckman-terció Kiara-Tiene un humos un tanto sombrío y explosivo, y es el único que puede curarlo.

El tiempo se extinguía para David-El, y Kiara se elevó por los aires, mientras, con su rayos púrpura, descargaba contra las armas de proyectiles de kryptonita. Las Fuerzas Rubalcaba, diezmadas, abandonaron su posición, y dejaron de disparar.

Mario, en la Biblioteca, no alcanzaba a comprender que valor tenía para un político, tratar de quitar la vida a un mortal como David L. Lois.

Kiara se perdió en el cielo rojo, mientras David-El permanecía envuelto en una manta. Para Kiara no pesaba mucho. Y Doc Eckman esperaba, desde hacía mucho tiempo.

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