Los días en la Biblioteca eran muy largos para todos los empleados. Los turnos se prolongaban hasta las doce de la noche, para retornar al día siguiente, a las ocho de la mañana, e ir preparando los ordenadores, y revisando los programas, ambos, algo obsoletos, pero funcionando a la perfección.
El viernes, el último día de la semana, Mario había comentado porqué no darse un capricho y probar algo de kebab o durum, y alguna hamburguesa. En la cafetería apenas quedaba género, y no llegaría hasta el lunes de la semana siguiente, entre riesgos y accidentes.
David-El se ofreció voluntario. Kiara, presente, le pidió que tuviese cuidado. Se lo ordenó:
-Vete y regresa volando, David.
-¡Qué graciosa!-pero le agradeció que no utilizara su apellido kryptoniano.
-Está bien-continuó David-El-, tres kebab, un durum, tres BK XXL, y un menú de comida china. Ya, ni del jamón serrano, ni hablamos-y, tras estas palabras, David-El cogió una bolsa, y salió al exterior.
Kiara lo observó desde la Biblioteca. Ten cuidado, pensó.
Las palabras de Kiara no llegaron a ser escuchadas. Las Fuerzas Rubalcaba se habían extendido en toda la Avenida Lenin (antes Avenida de Logroño), y los soldados informaban.
-El pájaro ha volado, literalmente, señor-informó el soldado.
-Bien, soldado-dijo el Comandante-preparen las balas de kryptonita.
David-El había cometido la imprudencia de volar, desde los Coronales, sin ocultar su silueta en el cielo, aún rojo y extraño.
-¿Funcionará, señor?-preguntó el soldado.
-Mire, soldado, no pregunte, o me veré obligado a un juicio sumarísimo.
Las Fuerzas Rubalcaba observaron el vuelo hiperveloz de David-El. En Barajas, David-El compró la comida, en un par de horas. Luego, regresó planeando hasta encima del trayecto de la Avenida Lenin. Se encontraba tranquilo y relajado.
Entonces, proyectiles esmeralda surcaron el cielo, y penetraron la piel de Davis-El. Al principio, nuestro héroe sintió picazones, como de agujas finísimas, y luego, como le fallaban las fuerzas. Había caído en una emboscada, muy bien planeada, hasta el punto que el plan, de tan sencillo, carecía de fisuras.
David-El fue perdiendo fuerzas, pero logró maniobrar hasta caer, sangrante y malherido en la puerta. Kiara se acercó, alarmada. Agarró la bolsa, y lo ayudó a subir.
Mario, en la Biblioteca, al ver al sangrante David-El, comentó:
-¿Pero qué te ha pasado muchacho?
David-El se desmayó. Había perdido mucha sangre.
-Una emboscada... de... las Fuerzas... Ru... bal... caba.-fueron las últimas palabras.
-Hay que llevarlo al hospital-dijo Pili-Cuánto antes, mejor.
-Imposible. Necesita que lo vea Doc Eckman-terció Kiara-Tiene un humos un tanto sombrío y explosivo, y es el único que puede curarlo.
El tiempo se extinguía para David-El, y Kiara se elevó por los aires, mientras, con su rayos púrpura, descargaba contra las armas de proyectiles de kryptonita. Las Fuerzas Rubalcaba, diezmadas, abandonaron su posición, y dejaron de disparar.
Mario, en la Biblioteca, no alcanzaba a comprender que valor tenía para un político, tratar de quitar la vida a un mortal como David L. Lois.
Kiara se perdió en el cielo rojo, mientras David-El permanecía envuelto en una manta. Para Kiara no pesaba mucho. Y Doc Eckman esperaba, desde hacía mucho tiempo.
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