Delfos citó a David-El en la Plaza de la República (hace tres mil años, Plaza de España); el vidente lo esperaba tranquilo. David-El se trasladó en el autobús de línea, que circulaba por decreto, a pesar de que la ciudad era un horrible caos de basura y edificios maltratados por el fuego y la violencia. David-El sólo podía pensar que todos los españoles estaban viviendo un futuro apocalíptico lleno de revelaciones no muy agradables.
David-El se paró en una de las Torres Kio, y entró, tras bufar un poco, y penetró en el ascensor, hasta el ático, donde había unas escaleras, hasta una de las cúspides de la Torre Kio de la derecha.
Hubo un percance con el ascensor. La empresa que gestionaba la Torre decidió construir un ascensor ultrarápido. Nada más pulsar el botón del piso, el ascensor adquirió una potencia inusual, anulando la gravedad por completo, y David-El se vio empujado al techo, hasta que llegó al último piso de oficinas.
David-El cayó al suelo, sin aire. Hasta que una voz femenina en el ascensor, indicó: ¡Expulsión!, y a David-El lo empujó una fuerza que no sabía de donde venía, sin darlo tiempo a recuperarse de la presión en el suelo del elevador.para caer en la pared del pasillo y arrancar unas esquirlas. Su Don no le permitió sufrir daño alguno; pero nuestro héroe se quedó sin aire.
Luego, llegó al lugar de la cita, y el solemne Delfos lo esperaba, con su capa negra con una clepsidra o reloj de arena en la misma, ondeando al viento (expresión byroniana que el narrador ignora porqué la escribió), y David-El se disponía a disculparse:
-No es necesario. Sabía que no te retrasarías, Sangre de El.-y se giró, y señaló con el índice-quiero que te tires.
-¿Cómo?-preguntó David-El, con los ojos fuera de las órbitas-Con todos mis respetos, señor Delfos, ¿qué ha desayunado esta mañana? No me lo diga: Suicidios Envasados. Tres por el precio de dos. Oferta Ilimitada.
-¡Tírate de una vez, Hijo de El! Sé digno heredero de tu antepasado-insistió Delfos.
Pero David-El no lo veía claro. ¿Porqué debía tirarse, si ignoraba como volar, o carecía de la información suficiente para llevar a cabo tan descerebrada hazaña? Se lo pensó, de nuevo.
-No pienso llevar a cabo tal insensatez. Además, si Dios hubiese querido que voláramos nos habría puesto alas.
-Entonces, salta.
-Es lo mismo.
-Salta hacia el ático de la otra Torre.
-Usted me ha confundido con Hulk. Qué lo haga él.
-Salta, Hijo de El. Demuestra hasta que punto el riesgo es mínimo.
-Ha perdido la cabeza, Delfos. Por completo.
Entonces, Delfos elevó las manos, y elevó, al mismo tiempo, a David-El. Y empujó a David-El hacia el cielo. David-El se sintió caer. Hasta que, de manera automática; pero no inconsciente, se dirigió planeando estirado hacia la otra Torre Kio (la de la izquierda), maniobró, y se posó, con un poco de torpeza, en el ático respectivo. Depositó una mano en el pecho, dándose bríos para tomar aire después de la fantástica y arriesgada experiencia.
Segundos después, se materializaba Delfos a su espalda. David-El se giró.
-¿Siempre se presenta por sorpresa ante sus discípulos?
-Kiara pasó por lo mismo. Esta primera lección ha sido positiva. Practícala, Hijo de El, y utilízala con sabiduría. Y busca un nombre.
-¿Un nombre? ¿Qué nombre?
Delfos hurgó en los bolsillos de sus mallas, y le lanzó una "S" en un diamante de metal, troquelada.
-Es el símbolo de la Casa de El. Lo demás, tendrás que averiguarlo por tu cuenta.
Y Delfos volvió a desaparecer.
_Como odio que haga eso.
_Como odio que haga eso.
Y David-El se quedó pensativo con el símbolo. Regresó volando, discretamente, a la buhardilla. Todo se le entojaba misterioso y oscuro. ¿Algún día vería la luz? No lo sabía. Pero cada cosa tenía su tiempo, y el Eclesiastés no se equivocaba nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario