Dice Claudio Magris que la escritura nocturna es la que está más cerca de la verdad del escritor. Sea como una especie de misticismo, o, porque, en el día, el asunto de la escritura está bastante reciente. La escritura nocturna nos enfrenta a nuestro interior, echando fuera todo indicio de censura.
Salva, también, que en algunas ocasiones, sea la noche el momento idóneo para escribir. Porque nadie nos observa durante el momento y podemos sentir que nuestra escritura fluye. Nadie nos observa, y podemos escribir lo que queramos, o lo que nos apetezca en ese momento.
La noche ha sido simbólica, y lo es aún, después de mucho tiempo. Y la noche, para escribir, se debe a su tranquilo discurrir (que es totalmente falso, puesto que por la noche siempre hay altercados en el exterior). Desde que tengo mi clipboard, jamás dejo de escribir o de anotar algún suceso o pensamiento. Y, luego, incluyendo la medicación diaria, caigo redondo, pero con la sensación de haber liberado mi mente de su actividad incesante.
No soy el más adecuado, pero si aconsejo que escribir un poco por la noche, no sólo es relajante, sino terapéutico y, por otra parte, es mejor apagar el televisor y dedicarse a la escritura, por lo menos, durante unos 10 o 20 minutos. Más sería excesivo. Y que intentemos contactar con nuestro yo, que anda por ahí, perdido, y sin nada que hacer.
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