Leer y escribir van de la mano. La una sin la otra equivale a cero. No se puede avanzar si antes uno no se guía por otros que han escrito antes. Es una ayuda tremenda porque se hallan técnicas o recursos que nunca se han utilizado, o porque la cosmovisión de un escritor es diferente de la tuya, pero es posible complementarlas.
Siempre que escribo, leo. Hay autores que aconsejan no leer, mientras se está escribiendo una novela. Bueno, allá ellos. Escribir y leer es fundamental. Y la novela puede durar años, y aún así, no llegar al final, aunque ese final ya esté más que repensado. Pero cada cual decide lo que desea.
Cierto que, si no se lee, no se crece, no se conocen los otros mundos, las ideas y pensamientos de otras personas. La cosmovisión de cada uno se completa con las cosmovisiones de los otros. Nada sobra en este Universo, y siempre, una pieza de más, a pesar de levantar hostilidades, nunca está de menos.
Al leer se amplia nuestro universo, y eso es óptimo. Se trata de sumar y no de restar. A la hora de escribir estaremos más seguros, porque el otro que nos completa ha compartido una parte importante de su mundo, y se ha añadido al nuestro. No importa si se trata de un ensayo, un libro de poemas, o una novela, o cuentos pulp. Cada lectura tiene su momento.
Cuando se lee, a la hora de escribir, todo parece salir con fluidez. La mente no transige y se halla dispuesta a compartir cualquier ocurrencia. Por otra parte, la lectura es una buena guía para escribir. Pero, una cosa es cierta: Cervantes escribió El Quijote, y no le hizo falta leerlo. Una paradoja más que habrá que resolver algún día.
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