La propuesta de describir a un personaje con ciertas características, y verlo como un relato, es interesante. Por una parte, nos ayuda a encontrarnos, no sólo con la imaginación, sino con nuestro escritor interior, que ha de extraer de la propia experiencia para crear con las pautas que nos ofrecen en el Taller.
Hubo un poco de polémica. Se trataba de una descripción, y eso era aquello que nos habían pedido. Pero llevaba una bomba de racimo: debía ser una historia. A mí, no me pilló de nuevas, porque tengo la manía de describir con historia incluida. No sé si es deformación, o porque quiero llegar más lejos, que es una de mis manías.
Aún así, no soy el más indicado para guiar a nadie. También tengo mis tropiezos, y no deseo que otros tropiecen de la manera más espectacular (con malabares físicos al estilo Batman, por ejemplo); positivo fue, también, que estos ejercicios me liberaron de ciertas reticencias. Disfruté escribiendo-aún restrigiéndome el número de líneas, porque tengo la letra muuuuy pequeña, y, en ocasiones, hasta escribo carácteres chinos sin darme cuenta-; cuando llegó el momento de leer, sentí que habíamos hecho algo. Claro que, yo ansiaba leerlo (vanidad de vanidades...), mas no pudo ser.
He comprendido que escribir en clase es agradable. Siempre lo ha sido. Pero echo de menos los buenos viejos tiempos con Patricia, en donde escribíamos los días de clase, durante media hora. Nos ofrecía soltura, y la imaginación, de tan inmensa que era, salía por los dejes de la puerta del Auditorium.
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