Escribir un nuevo capítulo, en una novela en ciernes, es todo un ritual que nada tiene que ver con la magia, si no con la obligación de crear una serie de escenas en el universo de la obra.
Ponerse a la tarea, tratando de buscar coherencia y lógica (y que yo sepa, el Ulises de James Joyce es, de alguna manera, coherente con su incoherencia, es un suponer), porque estamos escribiendo para que nos lean; pero, también es posible que no nuestra obra no vea la luz. Puede pasar esto, o que nos atropelle un camión, y no podamos continuar con nuestra tarea.
Por suerte, el mundo y este oficio de tinieblas carpetovetónicas y sufrible, nos guía y enseña un abanico de posibilidades. En la novela que estoy escribiendo, puesto que conozco el final, y el principio ya lo he escrito (o escribido, como mal escribidor que soy), sólo me queda el desarrollo, y eso, tratándose de una novela corta, el trabajo es inmenso.
Respecto a la novela corta o nouvelle (y no pongo su nombre en cursiva) hay estudiosos que dicen que se trata de un cuento largo. Bueno, los estudiosos de los géneros literarios, aparentan estar seguros del todo, pero poniendo etiquetas no se gana nada. Es posible que sea un cuento largo, por la misma razón que hay cuentos largos, como Estudio en Escarlata de Conan Doyle que empezó siendo un folletín detectivesco por entregas, y se convirtió en una novela de unas 180 páginas (alta o baja de páginas según la Bolsa londinense, que conste); es posible que sir Arthur se tomara las cosas con paciencia, mientras ejercía de médico, y las últimas horas de la noche, las dedicara a manchar folios o cuartillas para Watson y Holmes. Pero hay un extenso trabajo preliminar en la novela corta: ocupa tanto tiempo, en el borrador, como una novela, y eso que el tiempo es relativo, siempre que no haya un agujero negro por ahí, y enguya el universo del autor como un sumidero.
Sin embargo, redactar un nuevo capítulo lleva su tiempo, y la relectura constante de los anteriores. No soy autor que lleve un horario a rajatabla, y siempre me propongo escribir mil palabras por capítulo, pero no todos los días, claro. Mi horario consiste en que carezco de horarios, pero mi tiempo es desdordenado y anárquico.
El siguiente capítulo, al planearlo, siempre es un reto; pero eso no significa que esté escribiendo una obra maestra. Las obras maestras son para los Genios. Quienes nos peleamos y sufrimos las letras (no como letraheridos) siempre se trata de una visita a una isla solitaria para poner las cosas en orden, y llamarlas por su nombre. Hyeronymus dixit.