La ficción, tal como la conocemos, tiene un trabajo preliminar. Es posible escribir a partir de la realidad, pero crear una ficción, aún pareciendo fácil, está más lejos de la realidad de lo que aparenta.
Escribir una novela, por ejemplo, es un oficio de paciencia, porque se trata de un "trabajo en proceso", por muy ideado y planeado que esté. Están, por ejemplo, los cambios o modificaciones, o el tan hablado y escrito del protagonismo de algún personaje que, desde luego, el autor ha de decidir si de un secundario, se crea a un protagonista.
Pero escribir una novela, también es una aventura. Una aventura calculada, en la que se corre cierto riesgo. Los ladrillos te pueden caer encima, o es posible que la construcción entera, por la debilidad del esqueleto. En fin, que el asunto es más complejo. Pero eso no significa que no sea divertida, porque se disfruta de su elaboración. Tan duro, en ocasiones, es escribir, en algún momento, como sacar a paletadas terrones del suelo, o picar piedras. Algunas veces, claro está.
Pero la ficción que uno crea, es ta atractiva como la de cualquiera de los Grandes. No hace falta ser un gran escritor para escribir un cuento o una novela. Es más cuestión de técnica y de práctica, hasta tal punto, que es necesario, por lo menos, equivocarse muchas veces. Y admito que yo yerro infinitas veces (será porque no soy un gran escritor, claro); pero no es mi ambición serlo (Grande), sino escribir y disfrutar de la escritura, y quizás, equivocarme en la escritura de ficciones, siempre.
La escritura no es una ciencia exacta. No es como la Física o la Matemática, pero contiene, según el género, algo de ellas. La escritura de ficción, más que una ciencia, es un arte. Lo demás, Horacio, es silencio.
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