Siempre que encuentro una imagen a esta, me llegan recuerdos de tareas del pasado, de la artesanía del espíritu y del pensamiento, de la mente en continuo trabajo. Las hojas amarillas, los márgenes cuadriculados, la huella indeleble de la tinta.
Y el esfuerzo de registrar, cada día, esos escritos que, desde el principio de los tiempos, ha significado la tarea de escribir. En ocasiones, la escritura es banal, y en otras, importante y vital.
Esta manera de registrar del ser humano sus propios pensamientos, ideas y teorías, y también de responderse preguntas, y más preguntas, tratando de transformarlas en respuestas para que la luz ilumine el túnel de la incertidumbre.
La escritura tiene la capacidad de iluminar nuestros caminos con trazos sutiles. Por eso, cuando las imágenes de otros que han escrito se muestran en la Red, ofrece la ventaja de que escribir no se ha perdido.
La escritura que provee de sabiduría, que refleja nuestras tristezas y anhelos. He escrito anhelos muchas veces, pero anhelar, en ocasiones, es desear, y la escritura nos acerca a nosotros mismos. O nos aleja, depende.
La escritura sigue el rastro de la tinta.
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