Siempre tomo alguna nota en mi portafolio. Es negro, de cuero o imitación sintética. Un poco del cartón está saliéndose, porque tomo notas casi todos los días. Llevo un fechador, para poner la fecha en cada dos o tres párrafos. Es semejante a un cuaderno de notas, pero son folios que voy manchando cada día con mis impresiones, ideas y preocupaciones. Estoy creando un mundo peculiar, porque también tomo ilustraciones en blanco y negro, o hago las mías propias, que son incompletas, porque mi memoria, al tratar de evocar una imagen completa, no me permite trasmitirla toda, y son dibujo surrealistas, de los cuales o me sorprendo por su inexactitud.
Sé que este portafolios no me dejará sólo, y suelo repasar lo escrito (debo llevar, como mucho, escritas más de treinta páginas), y sé que irá creciendo, hasta transformarlo en una suerte de libro manuscrito. Cuando yo ya no esté, éste permanecerá inédito, en cuanto, muy semejante a un Pirata Codex pero sin reglas, con anotaciones bizarras, y apuntes literarios, una extensión viva de un Códice Universal.
Pero esto no acaba aquí. Hay más.
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